viernes, 27 de septiembre de 2013

Nuestra lengua: Virus idiomáticos






Los virus no sólo afectan a los organismos vivos. Por la informática sabemos que también los ordenadores, esos complicados aparatos o "cerebros electrónicos" con inteligencia virtual, también pueden ser atacados por virus que perturban o destruyen sus programas.
 
Pues bien, también el idioma, que es un sensible sistema de signos orales o escritos, que permiten la comunicación humana, se ve frecuentemente afectado por virus que distorsionan el sentido de las palabras y complican ese acto tan maravilloso que es la transmisión de los pensamientos entre un sujeto que emite y otro que recibe. Y ocurre que nuestro cerebro es un ordenador tan perfecto que incluso asimila los virus y los reconvierte, dándoles el significado adecuado para que funcione la comprensión, aunque estemos utilizando mal el lenguaje. Gracias a esa labor correctora de nuestro cerebro, una palabra puede significar una cosa y su contraria. Este es el caso del adjetivo "álgido", palabra proveniente del latín algidus, que significa frío, helado, aterido, pero que hoy usualmente se emplea en el sentido de caliente o ardiente.
 
"Álgido" se usa en el lenguaje médico con el significado de "acompañado de frío glacial". Así: fiebre álgida, período álgido del cólera morbo. Pero en algún momento, alguien tuvo la idea de emplear este adjetivo para expresar todo lo contrario: el momento más ardiente, más caliente, más apasionado de un proceso o situación. No se sabe con exactitud cuándo se introdujo este virus en el castellano, pero el académico José María Iribarren ya nos daba una pista en 1956 al citar al escritor Mariano de la Cavia en su libro "Limpia y fija", publicado en Madrid en 1922. Criticaba Mariano de la Cavia: "Hay desatinos corrientes y molientes que caen bajo la censura, no de un "chico del instituto, sino de una niño de la escuela. "El martes, día que marca el período álgido del Carnaval..." "Al anochecer, el bullicio llegaba a su período álgido en la Castellana y Recoletos..." Se lamentaba el escritor: "Este inveterado despropósito ha arraigado de tal modo en escritos y conversaciones, que no hay medio de desterrarlo".
 
Efectivamente. Tan difícil ha sido desterrarlo que hasta la Real Academia de la Lengua se vio obligada a incluir el uso espurio del adjetivo "álgido" en su diccionario (DRAE 1992). Puede leerse bajo la acepción 3.) : "Figurado. Dícese del momento o período crítico o culminante de algunos procesos orgánicos, físicos, políticos, sociales, etc..."
 
En los diarios, en la radio y en la televisión aparece este virus constantemente. Así, leemos o escuchamos: "en el punto álgido de la batalla"; "en el momento álgido de las conversaciones sobre el proceso de paz"; "la actriz se halla en el punto álgido de su carrera". No quieren decir estas frases, como dicen en realidad, que la batalla se libra con un frío glacial, sino que se halla en su fase más caliente, ni que las conversaciones sobre el proceso de paz hubiesen llegado a la fase más gélida, sino todo lo contrario, que estaban en el momento decisivo. Y la actriz no estaba a punto de congelarse por la indiferencia del público, sino que se hallaba estupendamente arropada por la más calurosa acogida de sus admiradores.
 
En fin,  como dice el refrán: "al revés te lo digo para que me entiendas". Así, sabiendo lo que realmente significa "álgido", que es algo que hace tiritar de frío, ¿no es grotesco que oigamos en TVE "El incendio estaba en su punto álgido cuando llegaron los bomberos". Quienes saben el auténtico sentido de este adjetivo sólo pueden imaginarse el incendio apagado y el lugar cubierto de hielo. Vamos, ¡para que los bomberos cogieran una pulmonía!".

Otro adjetivo mal utilizado es "deleznable". Cada vez que oigo a un locutor, a un político, incluso a un presidente del gobierno o a un ministro decir "deleznable" en este contexto: "Se trata de una conducta deleznable", o cuando lo leo en un periódico, que presume de tener un manual de estilo, me entra un ataque de cólera. "Deleznable" significa: que se rompe o deshace fácilmente//que se desliza con mucha facilidad//fig. Poco durable, fugaz//fig. Inestable//fig. De poca resistencia. Lo que en realidad quieren decir esos analfabetos funcionales es: "detestable", "abominable" o "execrable". Me imagino que la Real Academia, que ya hace tiempo que no limpia, pero sí fija los disparates lingüísticos, ya habrá aceptado o aceptará en sentido figurado este despropósito contra el castellano. Para la Academia tiene entrada en su diccionario (DRAE) cualquier dislate, siempre que se haya generalizado su uso. Recomiendo al lector el diccionario "Dudas" de Manuel Seco o el "Diccionario de dudas e irregularidades de la lengua española" de David Fernández.
 

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