En
los últimos meses se ha dado gran importancia a las elecciones alemanas de hoy
domingo, considerándolas precursoras de un cambio de políticas en Europa pero
creo que no la van a tener, pues me parece que la situación política y
económica no variará mucho allí ni en Europa, sea cual sea su resultado.
Una
nueva victoria de los conservadores no sólo no modificará la política de
Merkel, sino que incluso es posible que lleve a debilitar el impulso que su
gobierno había dado a la economía en los últimos meses para mejorar su imagen
ante el electorado y a reforzar su fundamentalismo. Y no cabe esperar ni
siquiera alguna tímida reformulación del discurso europeo si no se endurece con
firmeza la posición de otros socios de la eurozona.
Tampoco
cambiarían mucho las cosas con una victoria socialdemócrata, a estas alturas
poco previsible, o incluso de Los Verdes. Aunque en sus programas tratan
siempre de diferenciarse de los democristianos y ahora proponen la puesta en
marcha de una especie de nuevos planes Marshall para reactivar las economías,
si llegaran de nuevo a gobernar no se alejarían de lo que ha hecho y volverá a
hacer Angela Merkel.
Así
será porque los partidos políticos gobernantes en Alemania son materialmente
esclavos desde hace mucho tiempo de la clase empresarial y financiera que es
quien de verdad marca el paso de la política en aquel país. No se olvide
que fueron los socialdemócratas quienes pusieron en marcha las reformas
reaccionarias que han originado el gran incremento de la desigualdad y del
deterioro actual de las clases trabajadoras alemanas, y es bien sabido que sus
posiciones sobre Europa, el euro o la estrategia del Banco Central Europeo no
difieren prácticamente en nada de las que mantiene la derecha más
recalcitrante.
Y
no habrá cambios porque lo que los grandes poderes económicos han puesto sobre
la mesa aprovechando la crisis económica y lo que ahora se dilucida en Alemania
y en toda la Unión Europea no es otra cosa que el cambio radical del modelo
social, es decir, una alteración profunda del equilibrio de fuerzas sociales y,
por tanto, una redefinición de los derechos económicos e incluso políticos de
los ciudadanos.
Es
un objetivo muy distinto a las preferencias ciudadanas mayoritarias, tal y como
demuestran todo tipo de encuestas, y eso hace que las instituciones
representativas en donde puedan reflejarse resulten cada día más incómodas para
los grandes poderes económicos. Es por eso que éstos últimos vienen impulsando
por todos los medios a su alcance el desmantelamiento de la democracia en toda
Europa, como ha denunciado entre otros el gran filósofo alemán Jürgen Habermas,
pues sólo así se pueden imponer las políticas que llevan a ese cambio de modelo
y que son tan contrarias a las que desea que se apliquen la inmensa mayoría de
la población.
No
caben, pues, grandes cambios tras la contienda electoral en Alemania.
Los
grandes grupos de presión se han cuidado mucho de impedirlo sobre todo
generalizando un discurso político cargado de mentiras que poco a poco cala en
toda Europa y particularmente en Alemania para ir conformando una ciudadanía
sumisa y convencida de que lo que proponen para su beneficio los grandes grupos
financieros es justo lo que más interesa a los de abajo.
Las
elecciones generales que hoy se celebran en Alemania tienen mucho que ver con
todo ello porque son precisamente las grandes corporaciones y grupos
financieros de ese país los que más combativamente impulsan ese cambio de
modelo social y porque la población alemana ha sido especialmente bombardeada y
convencida por las mentiras y engaños en las que se envuelve su puesta en
marcha.
Si
hay europeos que están siendo especialmente engañados son los alemanes y si
alguien engaña más que otros a los demás europeos son los dirigentes políticos
y económicos alemanes.
Se
engaña a los alemanes al hacerles creer que Alemania es la que financia al
resto de Europa, cuando resulta que sus grandes empresas y bancos han sido
desde hace años los grandes beneficiarios de una construcción europea y del
euro mal diseñados por haberse hecho a su medida. Alemania no es generosa sino
que aprovecha su inmenso poder para tratar de someter a los demás, otra vez, en
un espacio económico que sus grandes grupos económicos consideran suyo en toda
Europa.
Se
les engaña cuando se les hace creer que el despilfarro y la irresponsabilidad
de los ciudadanos de otros países han sido los que han producido la crisis y
los males que se sufren, cuando la verdad es que han sido los bancos alemanes
quienes han financiado sin miramiento ni medida las burbujas y los excesos que
han destrozado las economías para engordar durante años, eso sí, sus cuentas de
resultados.
Se
les engaña cuando se les hace creer que son otros países quienes se aprovechan
del esfuerzo y los ingresos de los trabajadores alemanes cuando en realidad son
sus propios grupos de poder económico y financiero los que han impuesto a su
favor políticas que crean creciente desigualdad y más pobreza y los que han
colocado fuera de Alemania el colosal excedente que han obtenido de sus
trabajadores en los últimos años.
Se
engaña a los alemanes cuando se les dice que su modelo social es insostenible
por culpa de Europa y del coste de la solidaridad con otras naciones cuando en
realidad si hay problemas de financiación es por la cada vez menor contribución
de los propietarios de capitales alemanes a la financiación de los intereses
colectivos y por la colocación de los excedentes que obtienen fuera de
Alemania.
Se
les engaña cuando se les dice que han de trabajar más que los trabajadores de
cualquier otro país cuando las estadísticas muestran que si bien pueden ser más
productivos en los sectores de vanguardia por el mayor avance de sus economías,
trabajan menos, afortunadamente para ellos, aunque por cierto, cada vez en
peores condiciones de trabajo e ingreso.
Se
engaña a los alemanes y los dirigentes alemanes están engañando a los
ciudadanos europeos cuando se les dice que las políticas de austeridad son la
mejor forma de salir adelante y que además son necesarias por la deuda de otros
países, cuando Alemania la ha tenido siempre más elevada que muchos de ellos y
cuando es una evidencia clamorosa que estas políticas empobrecen a toda Europa
y, a la postre, a los propios trabajadores alemanes y cuando sólo están
sirviendo para justificar la privatización y la desaparición de servicios
públicos y derechos sociales.
Se
engaña a los alemanes y los dirigentes alemanes engañan a toda Europa cuando se
les dice que la deuda que hay que reducir deriva de excesivo gasto público
dedicado al bienestar social cuando en realidad procede de los intereses
gigantescos que se pagan a los bancos privados al imponer un banco central en
Europa que no lo es y que sólo sirve para apoyar y salvar a los bancos
privados.
Se
engaña a los alemanes y los dirigentes alemanes engañan a los europeos normales
y corrientes cuando se les dice que países como Grecia, Portugal o España
requieren ayudas o rescates multimillonarios para sacarlos adelante cuando en
realidad esos rescates sólo sirven para salvar a los bancos alemanes o a las
grandes empresas que viven de hacer inversiones imperiales en el resto de
Europa, en muchos casos promoviendo y financiando todo tipo de prácticas
corruptas.
Se
engaña a los alemanes y los dirigentes alemanes engañan a los europeos cuando
se les dicen que hay que rebajar salarios para crear empleo y de esa forma sólo
se consigue que aumente el beneficio empresarial y la pobreza; o que hay que
flexibilizar los mercados laborales, cuando eso sólo se traduce en mayor poder
de negociación de los grandes empresarios pero no en más sino en peor empleo; o
que hay que reducir el gasto público cuando cada vez son mayores sus aventuras
y gasto militares o los gastos financieros que graciosamente se pagan a los
bancos privados.
Se
engaña a los alemanes y los dirigentes alemanes engañan a todos los ciudadanos
cuan se presentan como justos y eficientes reclamando estrictas condiciones de
pago a los ahora sus deudores. Ocultando que países como Grecia fueron
generosos con Alemania cuando era ésta quien tenía que pagar su deuda.
No
cabe esperar grandes cambios de estas elecciones alemanas porque se están
celebrando en medio de un cinismo institucional gigantesco, en el marco de una
colosal estafa intelectual y política que no se puede combatir en el seno de
instituciones que han dejado de ser democráticas o por gobiernos que son marionetas
de los grupos financieros y grandes empresarios.
La
estrategia de la mentira triunfa, y desgraciadamente de forma muy particular en
Alemania, gracias al poder inmenso que han acumulado las clases más ricas. La
riqueza del 10% más rico de Alemania, por ejemplo, pasó del 45% del total en
1998 al 53% en 2008, la del 40% siguiente del 46% al 40% y la del 50% más pobre
del 4% al 1%.
Eso
es lo que explica que a pesar de que el 70% de los alemanes afirma ser
consciente y repruebe la injusticia que conllevan las actuales políticas
económicas y laborales vuelva con toda probabilidad a votar en su gran mayoría
a los partidos que las llevan a cabo.
En
Alemania, como en los demás países europeos, han conseguido convertir a los
ciudadanos y ciudadanas titulares de derechos en los “súbditos dóciles” de los
que decía el gran Thomas Mann en La Montaña Mágica “que demuestran en toda
oficina y en todo local de servicio el respeto debido a la autoridad”.
Cuando
los votantes hayan dejado de ser dóciles e ingenuos como vienen siendo la
mayoría de los alemanes y europeos en general, y cuando se enfrenten antes con
decisión a las autoridades corruptas y totalitarias que nos gobiernan, las
elecciones empezarán a tener otro significado y entonces sí que abrirán paso a
verdaderos cambios políticos.
Fuente:
publico.es (“Dominio público”)
Autor:
Juan Torres López
Catedrático
de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla
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