El filósofo español, José
Ortega y Gasset empezó a publicar en 1929 una serie de ensayos, presentados
después como libro de bolsillo, sobre un tema muy candente en aquellos tiempos
revolucionarios, cuando parecía que las masas (amorfas) iban a inundar todo el
mundo y acabar con las elites. Todo sería vulgar como el pueblo.
La obra de Ortega me
pareció muy interesante, pero, en mi opinión, era inferior al análisis que hizo
Carlos Marx del estado político-social de su tiempo. Ortega se limitaba a
exponer, pero no adelantaba posibles soluciones para el futuro. Estas podían
parecer elitistas, pero no se puede negar que las masas necesitan liderazgo,
pero no paternalismo. El pueblo es sólo una abstracción demagógica. Suena muy
bien eso de que “el pueblo unido jamás será vencido”. Pero no es verdad. En
todos los países con conflictos vemos a diario cómo los tiranos y los déspotas
masacran al “pueblo”, es decir, a los que se rebelan contra la tiranía. Las
llamadas democracias populares, como China, son muros de hormigón armado, que
impiden o limitan la libertad de los “súbditos” de un partido único, dirigido
por una elite que lo domina todo.
A mi entender, el gran
desafío del tercer milenio será conseguir que se forme (no indoctrine) a las
llamadas masas. Que los políticos sean honestos, sinceros, que no mientan
descaradamente a los electores: (“Rajoy: el PP es el partido de los
trabajadores”). La misión del político es la de representar a sus votantes.
Todos los políticos tienen el ineludible deber de abrir cada vez más márgenes a
la democracia, identificándose con la sociedad democrática, en la que ha de
invertirse más fondos públicos que en otros sectores. Para la sociedad lo
principal es la salud y la educación. El amiguete de Rajoy, Ignacio Wert
(apellido alemán), se está cargando la educación en España, con su filosofía
elitista de eliminar becas, porque no todo el mundo de los no privilegiados podrá
estudiar en España. Un gobierno auténticamente democrático hubiese expulsado
al señor Wert de su cargo.
Si no queremos seguir
siendo el furgón de cola en la Europa próspera, las generaciones venideras (y
las que ya han llegado) tendrán que ilustrar a las masas, que, por ejemplo, en
lo político y en lo religioso (las dos fuerzas sociales más antiguas y fuertes de
la humanidad) viven en el oscurantismo, a pesar de estar en el siglo XXI. La fe
es la cadena, hasta ahora indestructible, que aherroja las mentes, haciéndolas
esclavas de mentiras, disparates, tiranos y dictadores. Si bien el político representa
a sus votantes, no olvidemos que quien se dedica a la política (por vocación,
no por ánimo de lucro) es responsable ante cada uno de sus electores.
Yo diría: “El pueblo
ilustrado jamás será hollado”.
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