Ayer falleció Adolfo Suárez, sin el cual –todos coincidimos en ello– la Transición no hubiese sido posible. Fue un político audaz, con visión de futuro y con una valentía fuera de lo común, que demostró en repetidas ocasiones y no tan sólo en el 23-F (¿se imaginan ustedes a Mariano Rajoy plantándole cara a un Tejero?). Pero no voy a ahondar en el tema, tratado ayer hasta la saciedad en todos los medios de comunicación.
“De mortuis ni(hi)l nisi bonum” decían los romanos, lo que traducido al castellano sería más o menos: “No digas nada de los muertos, a menos que sea algo bueno”. Por eso prefiero pasar un tupido velo sobre su pasado falangista cuando, siendo Director General de Radio y Televisión, no le tembló la mano a la hora de intentar con todos los medios a su alcance llevarse por delante los programas en castellano del Bayerischer Rundfunk, la mítica Radio Baviera, que, por aquel entonces, ponía diariamente en tela de juicio al régimen franquista. Unos programas que, por lo demás, cumplían a rajatabla la Ley de Radiodifusión Alemana y se apoyaban en las más importantes agencias de noticias internacionales a la hora de informar a sus oyentes en toda Europa, ávidos de recibir una información fidedigna sobre lo que, por aquel entonces, sucedía en un país amordazado por la censura. Las pruebas escritas, cuya fotocopia fue entregada en su día a los responsables de la emisión José Moll y Manuel Moral, constan en los archivos históricos del BR y en los nuestros propios.
Por ello, hoy en “Leido en la Prensa”, les ofreceré dos artículos de opinión que se apartan un poco de los panegíricos que vimos y oímos en el día de ayer en la televisión y la prensa escrita. También quisiera destacar el programa de La Sexta, "Especial La Sexta Columna", dedicado enteramente a Suárez, que me pareció crítico, pero haciendo en todo momento justicia a la gran labor de Suárez, un Saulo convertido en Paulo. Nadie aparte de él, seductor nato, ambicioso, tenaz , con una brillante carrera dentro del franquismo y por lo tanto conocedor de sus interioridades, hubiese podido conseguir, con ese gran sentido de la oportunidad que le caracterizaba, lo que a todos nos parecía imposible: el paso pacífico de la dictadura a la democracia, urdido genialmente por el Rey Juan Carlos y su consejero más fiel, don Torcuato Fernández Miranda.
D.E.P.
Margarita Rey
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