Dice el consejero de Economía de la Junta (de Andalucía) que él a sus amigos no les pide la escritura de la casa o la factura de la luz. Con eso se desmarca del escándalo del director de Energía, fichado por él, que ha dimitido por una casa ilegal con la luz pirateada. En fin, se ve que ni siquiera le pidió su historial antes de ficharlo, ahorrándose así comprobar que ya había sido expulsado dos veces del PSOE y de UGT por irregularidades en Federación de Enseñanza. La ventaja de no mirar papeles es que no se ven estas cosas. Mucho mejor.
Los fichajes políticos de amigos son así. Elías Bendodo, hace unos meses, contrató a una compañera que acababa de dimitir como directora municipal tras ser cazada en un control de alcoholemia. Sólo tardó dos semanas en recolocarla. Y con gran corazón incluso le subió el sueldo. Nada nuevo. Ya había tardado también sólo dos semanas en rescatar a Manolo Marmolejo, cesado por acumular contratos irregulares con la empresa de su cuñado. Pero, claro, Bendodo tampoco le pide papeles a los amigos que ficha.
Es la ventaja de un sistema sin responsabilidades políticas. Quien ficha, no se hace responsable. Si hay lío, se lava las manos y que pase el siguiente. Esto, de hecho, ya no es una anécdota del sistema; sino el sistema mismo. Y después se quejan de que la gente no ve ovejas negras sino todo el rebaño negro.
Ahí están los ERE. Un escándalo de esa medida casi debería haber hecho caer al Gobierno andaluz. No se trata ya de responsabilidades criminales -en muchos casos poco claras aunque la claque de Alaya jalee el ¡más madera! por su impacto mediático- sino de algo más elemental: responsabilidades políticas. Crear un fondo opaco de cientos de millones convertido en un chiringuito clientelar no admite coartadas.
Y para estos casos usan la teoría del 'blanqueo de las urnas': ganar las elecciones es un indulto moral de la sociedad. Como Camps con su 'amiguito del alma' de Gürtel. Siempre los amiguitos.
Y pelillos a la mar. Como dijo Rajoy de su viejo amigo Bárcenas: «Yo confiaba en él». El tipo que recogía las superdonaciones y repartía sobres no merecía mayor atención. Vale, bebía Dom Perignon, esquiaba en Aspen, vivía como un pachá, lo normal. Ana Mato tampoco veía el Jaguar en su garaje. Nadie miraba nada. Tampoco al chófer de las putas y la cocaína, un conductor al que en su pueblo llamaban 'el ministro' mientras pasaba el día en el bar bebiendo Moët&Chandon.
Así que, claro está, el consejero de la Junta dice que a su amigo no le iba a pedir el recibo de la luz. Y lo dice así, sin avergonzarse del 'amiguismo'. Como los Bárcenas, Malenis, Matos, Marmolejos y otros Lucianos; todos buenos amigos. Y a un amigo no se le miran las facturas o los antecedentes. Sólo se le pone un sueldo.
Fuente: Diario Sur (El Mirador)
Autor: Teodoro León Gross
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