A partir del 1 de abril
yo me contaré entre los muchos (¿millones?) españoles que no sabrán pagar la
factura de la “luz”. Los sofisticados contadores, que poco a poco se irán
instalando y las enrevesadas facturas por el consumo de la energía eléctrica
(Iberdrola) harán necesarios informáticos, cuyos honorarios subirán aún más la
nueva tasa, que parece ser que es provisional hasta una nueva subida.
Como sigamos así
tendremos que recurrir al entrañable viejo
candil, a las velas, a los quinqués o a las lámparas de carburo. Adiós a
la nevera, que será sustituida por la vieja fresquera. Fuera el lavavajillas : a fregar platos y vasos a mano. Vuelta a la
pileta de lavar la ropa con jabón, pues tendremos que jubilar a la lavadora. En
casa no nos quitaremos el abrigo ni la bufanda en invierno. Otros se envolverán
en una manta. Retornará el tóxico brasero de picón, y las mujeres podrán lucir
las cabrillas en sus piernas.
Estamos ya a la cabeza de
los países europeos con la electricidad más cara. Nos dicen en los informativos
y en la prensa más o menos independiente que con todas estas medidas,
relacionadas con el aumento de la tasa, las centrales eléctricas quieren cubrir
su déficit (Iberdrola), es decir, otra sangría más para el sufrido ciudadano
ibérico. Creíamos que el PP era un partido del progreso.
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