Precedido por la Cabalgata del Fuego a las 19 horas, hoy, día de San José y último día de la gran fiesta de las fallas, Valencia ha iniciado la cuenta atrás hacia ese grandioso espectáculo que es la “Nit de la Cremà”.
No teman, nada más lejos de mi intención que el extenderme sobre su origen. Eso se lo dejo, por ejemplo, a Wikipedia.
Según se ha publicado en la prensa, este año, más de un millón de visitantes han podido admirar los 770 monumentos que, desde el 15 de marzo, día de la plantà, han decorado las principales plazas de la capital valenciana. A partir de las 22 horas, esas efímeras obras de arte que con ingenio y gracia critican todo lo criticable en nuestra sociedad (este año se han cebado especialmente con políticos y sindicatos, denunciando los tijeretazos y recortes, así como la corrupción reinante en nuestro país), serán devorados por el fuego y convertirán en cenizas los 9 millones de euros de su presupuesto.
Algunas voces críticas, entre las que yo me encuentro, se preguntarán si no es obsceno que en los tiempos de crisis que estamos viviendo se destine semejante cantidad de dinero a la creación y montaje de unas esculturas de cartón piedra que, pocos días después de su colocación, perderán su razón de ser y se derrumbarán pasto de las llamas.
Por otra parte, también hay que oír a aquellos que apuntan que los monumentos falleros no cuestan ni un duro al erario público, ya que son las comisiones falleras quienes sufragan todos los gastos con la venta de participaciones de lotería, las cuotas falleras, los óbolos vecinales y los patrocinios de un sinfín de empresas y entidades. Además, tampoco hay que olvidar que las Fallas de Valencia dan trabajo a mucha gente, empezando por los mismos artesanos falleros. Desde el mismo día 20 de marzo y durante un año entero, las familias de los artesanos encargados de dar vida a los “ninots” tendrán su pan asegurado.
Tampoco hace falta ser ningún lince para darse cuenta de que las Fallas de Valencia mueven mucho dinero (se habla de 900 millones de euros que los visitantes aportan en estas fechas a la ciudad de Valencia). Hoteles, restaurantes, chiringuitos, tiendas de todo tipo y puestos de “fritanga” (churros y buñuelos) esperan estas fiestas como maná caído del cielo. Sin olvidar a los sastres y modistas encargados de confeccionar los preciosos trajes de los más de 100.000 falleros y falleras que de algún modo forman parte de ese vistoso espectáculo y a los músicos encargados de amenizar los innumerables conciertos y verbenas programados. Y, finalmente, las empresas pirotécnicas responsables de las diversas mascletás y de los castillos de fuegos artificiales.
Entonces, ¿quién soy yo para criticar una celebración que los valencianos llevan impresa en su ADN y aguarles así la fiesta a esos espectadores, que directa o indirectamente, han optado por participar en esa macrofiesta que hoy finalizará con el broche de oro de la sinfonía de luces, colores y pólvora que es la "cremà"?
Margarita Rey
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