En España se suele utilizar el vocablo “conservador” como eufemismo de “fascista”. Es evidentemente un error. Conservadores los hay en todos los partidos, también en los de izquierda.
En el PP están los veteranos, nostálgicos del franquismo. No son conservadores, son franquistas (fascistas). Aquí se situaba hasta ahora la iglesia nacional-católica española. También militan en el Partido Popular moderados de derechas, la llamada “derecha civilizada”, lo que se designa como “centro-derecha”. El PP no alberga un ala izquierdista, por mucho que Rajoy y sus “muchachos” se presenten como “partido de los trabajadores”. ¡Cuánto se preocupan por el bienestar del pueblo el presidente del Gobierno, su ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, la ministra de Sanidad, Ana Mato, el ministro de Educación, Wert, y el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón! Los no privilegiados, los parados, la clase media están muy agradecidos al gobierno del PP por el abandono en que se encuentran, por la descarada reforma laboral, las intenciones de privatizar la sanidad pública y la dejadez con que se abordan las urgentes medidas exigidas por médicos y enfermeras en bien del pueblo, por la tasa universitaria y la escasez de recursos para la Educación e Investigación y, para concluir una larga lista, la planeada, aberrante e inhumana ley del aborto, un aborto en sí misma.
Lo definitivo para comprender qué es ser “conservador” es saber lo que se quiere conservar. El PP quiere conservar la división social entre ricos y pobres. Como aliado tiene a su lado un catolicismo secularmente reaccionario. Desde la jubilación de monseñor Rouco Varela se abre una ventana a la esperanza, aunque el papa Francisco no va a renunciar al chollo de la Iglesia tal vez más poderosa y rica de Europa.
Lo definitivo para comprender qué es ser “conservador” es saber lo que se quiere conservar. El PP quiere conservar la división social entre ricos y pobres. Como aliado tiene a su lado un catolicismo secularmente reaccionario. Desde la jubilación de monseñor Rouco Varela se abre una ventana a la esperanza, aunque el papa Francisco no va a renunciar al chollo de la Iglesia tal vez más poderosa y rica de Europa.
También el PSOE tiene sus conservadores: aquellos que quieren conservar la esencia del partido de Pablo Iglesias, pero también aquellos que no entienden que un partido que en sus siglas se llama obrero ha de estar abierto al cambio generacional, ha de buscar pactos que redunden claramente en favor de “los parias” de la sociedad española, por encima de las diferencias ideológicas, al tiempo que ha de combatir los abusos del poder con una política enérgica, inteligente e inteligible que, al propio tiempo, sirva a los “demócratas de toda la vida” de ejemplo de lo que es una democracia. Para ello, más de un veterano del PSOE tendrá que saber despegarse de su sillón de mando y, desde la merecida reserva, aportar su experiencia a los jóvenes socialistas. Por lo demás, eso de socialista de centro sólo lo entiendo como “no extremista”. Porque todo socialista o socialdemócrata que se precie de serlo está situado en un centro regido por la sensatez y la moderación: el del bien común.
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