De entre todas las fiestas paganas en el calendario festivo cristiano, las Navidades me parecen a mí las más bellas. Fiesta de la familia, del amor al prójimo, de la alegría de vivir, en la que la mayoría del pueblo muestra su cara más amable.
Las Navidades fueron introducidas por los padres de la Iglesia (cristiana) para tapar los enormes “botellones”, que se organizaban en Atenas (Dionisio) y en Roma (Júpiter) en la noche del 24 al 25 de diciembre. La finalidad era erradicar todo lo pagano (no cristiano) mientras se introducía el cristianismo de la mano del pagano emperador romano Constantino (partidario de Mitra). Pero el pueblo manda y asume a su manera la nueva costumbre. En aquellos primeros tiempos del cristianismo, el afán de los padres de la Iglesia era implantar la leyenda del nacimiento de Jesús “engendrado por el Espíritu Santo y una virgen”, que sería virgen antes y después del parto. El pueblo fue fantaseando sobre este mito, sin pararse a ver lo absurdo. Desde hace siglos se implantó la costumbre de montar “belenes” en las iglesias y casas. El papa Ratzinger-Benedicto XVI se decidió el año pasado, según la prensa, a suprimir algunos aspectos insostenibles en nuestros tiempos. Así ordenó que del Belén del Vaticano desaparecieran el pesebre y los pastores (entretanto, estas figuras están tan asentadas en el cristianismo que el pueblo continúa apegado a la tradición). Según Benedicto XVI, Jesús nació en casa de sus padres en Nazaret. Historiadores han descubierto en esa maraña de confusionismo que Jesús tuvo hermanos y una hermana. Desde niño mostró su vocación como predicador. Una vez cumplida su voluntad, Jesús fue formando su secta. En los Evangelios puede leerse una condición muy cruel, típica hasta nuestros días de cualquier secta: los que quieran seguir al líder han de renunciar a padre y madre, hermanos y demás familiares y amigos. Por lo demás, cabe apuntar que según los científicos que se ocupan del tema, los autores de los Evangelios se inventaron a un Jesús a su medida, suponiendo, según los historiadores anglosajones y judíos, que ese Jesús realmente existiera. Por mucho que se empeñen los cristianos (católicos), no existe ninguna fuente histórica fiable. El cronista judío Josefo, que menciona a Jesús, fue burdamente falsificado en el taller romano de las fantasías cristianas. Por otra parte, según se cita al Papa, tampoco están en el moderno belén los incongruentes Reyes Magos. También sobra el castillo de Herodes. No hubo la masacre de los inocentes (28 de diciembre), puesto que Herodes el Cruel había fallecido años antes. Por último, según los historiadores no cristianos, la “Sagrada Familia” no tuvo necesidad de huir a Egipto, ya que no hubo ningún éxodo.
Sea como sea, las Navidades son bellísimas fiestas, que, seguramente, en lo esencial perdurarán muchos años. ¡Qué verdad la de esta cancioncilla navideña: “La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va, y nosotros nos iremos y no volveremos más”.