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| Antes Después |
Lo primero que pensé al ver las fotos de la canciller alemana Angela Merkel durante su reciente viaje a los EEUU fue: “maravillas del Photoshop”. Hasta que leí en la prensa alemana el comentario de una conocida moderadora de la televisión americana que había cubierto la visita de Merkel a la Casa Blanca. Según la periodista, la canciller tendría un aspecto mucho más deportivo y fresco.
¿Cuál era la explicación? Pues algo tan simple como que Angela Merkel, después de recuperarse de su accidente de ski en Suiza, en el que se rompió el anillo pélvico, decidió por orden facultativa ponerse a dieta. Ella, buena comedora que no desdeña tampoco una jarra de cerveza o una copita de vino, tomó en serio los consejos de los galenos y cambió el codillo por el pescado o la carne a la plancha con verduritas. Incluso en la comida oficial con los Obama prescindió de uno de sus postres predilectos, la “panna cotta” con mousse de limón, en favor de un platito de fruta fresca.
Según el rotativo sensacionalista “Bild”, doña Angela, dando prueba de su férrea voluntad también en la vida privada, ha aprendido a comer de forma disciplinada y, en vez de las galletas que acostumbraba a consumir entre reunión y reunión (o los bocadillos de paté o de queso que se sirven como refrigerio en las juntas del partido), ahora se inclina por los palitos de zanahoria, pimiento, apio o pepino. El resultado es espectacular: Angela Merkel ha perdido 10 kilos y la verdad es que ahora está casi atractiva.
Pues nada, Sra. Merkel, siga así y dentro de poco podremos admirar su cuerpo yogurín que nos hará olvidar esas infames fotos tomadas durante sus vacaciones de 2013 en la isla italiana de Ischia, que esperamos que para siempre pertenezcan al pasado y que nos permitimos reproducir para aterrorizar a aquellos que no las conozcan.
Margarita Rey
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