El 1 de Mayo podrían conmemorarse un buen puñado de cosas: el estreno de 'Ciudadano Kane' o 'Las bodas de Fígaro' siglo y medio antes, la fundación de los Illuminati en 1776, la independencia de Escocia en 1328 tras una dura guerra, el nacimiento de la Orquesta Filarmónica de Berlín, el hito ilustrado del botánico Linneo o la apertura del cabaret Folies Bergère, pero se celebra el Día del Trabajo, fecha de gran potencia simbólica que evoca a la revuelta de Haymarket con la reivindicación de las ocho horas y la represión de 'los mártires de Chicago'. Y este año además el Día el Trabajo se va a celebrar bajo el brote verde demoledor de otra EPA de 6 millones de parados y casi doscientos mil puestos destruidos en el último trimestre. Algo así, un 1 de Mayo, debería tener una potencia explosiva en neutrones de indignación, pero hay síntomas de fatiga en la sociedad y sobre todo esclerosis en unos sindicatos desarmados por sus compadreos con el poder, sus gestiones turbias y los escándalos de la formación. Abocados al fiasco en Madrid, se van a Bilbao, a ver si allí, a otra escala, y quizá con los antisistema, hacen ruido.
La EPA es un golpe de realidad en el cruce de caminos de los propagandistas. Incluso en vísperas de una campaña electoral hay que frotarse los ojos para creer que el presidente del Gobierno haya dicho «estoy muy contento». No se refería, como lector de Marca, a la Champions; sino a esos datos demoledores. Pero Rajoy con el paro, como con la corrupción, parece muy cómodo fuera de la realidad salvo alguna cosa, mientras la economía sigue destruyendo puestos de trabajo, casi doscientos mil esta vez, más allá de un levísimo descenso del paro debido a la caída de la población activa en otras 187.000 personas. Pequeños detalles.
No se crea empleo, y no pasa nada. Va de suyo que no es fácil mantener la tensión, pero en este drama cotidiano parece imponerse la resignación de la gente, la claudicación política y la indiferencia de los mercados. Días atrás el Papa Francisco exhortaba a «no acostumbrarse a las situaciones de degradación y miseria que encontramos por las calles»; aludiendo a esa inercia que abordaba Hannah Arendt en su informe sobre la banalización del mal, matizando que «lo banal es lo ordinario, lo común, lo frecuente, lo que ya no causa asombro...». Contra la resignación, el Papa utilizaba la metáfora bíblica de la sal y la luz (Mt 5 13-16) para reclamar que el espíritu no decaiga, pero es difícil, y de hecho mucha gente se está yendo del país, se suman decenas de miles de familias enteramente en paro hasta dos millones de hogares sin ingresos, y el futuro se ennegrece con el envejecimiento del trabajo y la exclusión de los jóvenes, en un año casi medio millón menos de activos. Hace falta mucha energía, pero escasea; y el presidente, en fin, está contento.
Fuente. Diario SUR (diariosur.es)
Autor: Teodoro León Gross
No hay comentarios:
Publicar un comentario