En elecciones precedentes, los electores españoles no
tomaron muy en serio que los comicios europeos fuesen importantes. La crisis no
acababa de estallar. Más de un dirigente veía a la Unión Europea como un
escaparate para exhibirse ante los demás países.
Llegó la crisis y los gobiernos, así como la oposición, han
sentido en cabeza propia, el peso de Bruselas sobre los presupuestos, en los
que ha habido importantes tijeretazos, y en la vida económica en general que,
en España, están a punto de cargarse a la clase media. Por eso Rajoy, que
quiere evitar por todos los medios el batacazo, no para de pregonar a los
cuatro vientos que “ya estamos creciendo, aunque sea de manera moderada”. Y el
Ministro de Economía, Luís de Guindos, declaró hace un par de días a la prensa
que “ahora los pilares de le Economía son mucho más sólidos” y que en Europa
“ya no se duda de las cuentas públicas españolas”.
Cierto es que la canciller alemana, Angela Merkel echa, en
los momentos más difíciles, un cabo a Rajoy, no por amor, sino sencillamente
pensando en los propios intereses alemanes. Además se da la circunstancia de
que durante la crisis, Europa ha ido girando hacia la derecha más conservadora,
como el Frente Nacional de Marine Le Pen
(imputada, según la prensa francesa, por
financiación ilícita de su partido), que obtuvo una sonada victoria sobre los
socialistas del presidente Hollande. En
Alemania, Suiza y en España los neonazis van en aumento, hasta tal punto que
los servicios secretos ya los están observando.
El 63,8 % de los electores piensan que estas elecciones son
muy importantes (aunque a la hora de ir a votar, la mayoría se quede en casa).
También el carácter nacional del 25-M da mayor dimensión a las elecciones. Según
las últimas encuestas, el PP aventaja por 4,6 puntos al PSOE, por lo que sería
el ganador de los comicios europeos (aunque ambos partidos sufrirían un
desplome ya que pierden 17 puntos en intención de voto). A los conservadores de
Europa les viene muy bien que un partido tan fuerte (pese a la corrupción) y
correligionario de ellos pueda poner el pie en el “tablado” comunitario.
Pero las apariencias engañan. Puede que el PP gane las elecciones, pero la
valoración de su líder es muy baja, no llega al aprobado, como tampoco es mucho
mejor la del jefe del PSOE, Pérez Rubalcaba.
Rubalcaba ha nombrado cabeza de lista a Elena Valenciano,
vicesecretaria general del PSOE y uno de los pesos pesados del partido
socialista, que se está batiendo muy bien. El candidato de Rajoy, después de un
largo mutismo, el hasta ahora ministro de Agricultura, Alimentación y Medio
Ambiente, el polémico Miguel Arias Cañete, antisocialista visceral, no para de
darle leña al PSOE, culpándole en sus mítines poco más o menos de haber sido el
causante de las siete plagas de Egipto. Cañete quiere una Europa
definitivamente unida y promete trabajar para que los españoles se sientan más
europeos y los europeos más españoles. Quién está avanzando en las simpatías de
la opinión pública es Rosa Diez, líder de UPyD (Unión, Progreso y Democracia),
que adelanta a Rajoy y Rubalcaba en el ranking
de las encuestas. El candidato para las Europeas de UPyD es Sosa Wagner,
que avisa de que el nacionalismo es “el gran cáncer de la construcción
europea”, y propone el modelo alemán.
El PSOE, de capa caída, tiene las mismas posibilidades de ganar que los demás partidos socialistas o socialdemócratas europeos. Incluso el partido socialdemócrata alemán, que gobierna como muleta de los democristianos (CDU/CSU), está un tanto perdido en el ambiente político alemán. Poca energía o liderazgo podrá aportarle el PSOE. No es mi opinión. Son las encuestas.
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