viernes, 2 de mayo de 2014

Atalaya: ¿Monarquía o República?





Al margen del rompecabezas de Ucrania, que trae tarumba a la prensa nacional y a la extranjera, además de una guerra, lo de Ucrania podría traer cola para Estados Unidos (que ven aquí una posibilidad  de debilitar al hombre fuerte de Europa del Este) y para la Unión Europea, que  depende en amplia medida del gas ruso y cuyo anhelo sería una Gran Europa que incluiría a Rusia, primero como asociada y después como miembro de pleno derecho, en una especie de Federación o Confederación (sueños mal vistos por Estados Unidos, que no tolerarán que nadie les arrebate el liderazgo del poder mundial). Pero también interesa a un país como España, donde una autonomía débil quiere sobrepasar al Gobierno y declararse independiente. También en Cataluña existe un sector de la sociedad que quiere cometer el mismo error que Crimea y Ucrania, sin pensar en sus posibilidades de subsistencia.
 
La verdad es que España anda bastante revuelta con la crisis y sus secuelas, con la escandalosa corrupción de quienes estaban obligados a servirla, con la pésima gestión de derechistas como el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón; el ministro de  Hacienda, Montoro, el de Economía, de Guindos. Sin olvidar al presidente del cotarro, Mariano Rajoy, quien hasta ahora sigue comportándose democráticamente, a pesar del ya aprobado anteproyecto de Ley de Seguridad Ciudadana del Ministro Jorge Fernández (cuyo Ministerio ha sido rebautizado por la gente en “Monasterio del Interior” desde que ha trascendido que reza el rosario hasta en el avión). Una ley “mordaza” que, con sus elevadas multas y sanciones, pretende privar al ciudadano de su derecho constitucional de manifestarse pacíficamente y recuerda fatalmente a  la franquista “Ley de Orden Público”, con una policía cada vez más dura (aunque también hay que decir que los agentes son atacados sin piedad  por salvajes encapuchados, que tiran adoquines o usan bates de béisbol contra los antidisturbios). Los extremistas de derechas y los de izquierdas no se diferencian en nada, su escasa masa cerebral es sorprendentemente la misma.
 
Pero a mí lo que más me preocupa es el aumento, tanto en la izquierda como en la derecha, de una especie de desapego al Rey don Juan Carlos. Lo he escrito varias veces y lo repito. No soy monárquico y rechazo a los Austrias, los Borbones o como se quieran llamar las dinastías que reinan, aunque no gobiernan, en muchos países europeos. Soy republicano, pero creo que la bandera y el himno de Riego expresan más  nostalgia que alegría. Además, conociendo el percal, ¿quién me asegura que, como en la elección de Rajoy, una aplastante mayoría no elegiría a un soberbio y ególatra Aznar o a un botarate anodino del corte de Zapatero como presidente de la República? Prefiero lo que actualmente tenemos. ¿No les parecen sospechosas esas prisas de la derecha más rancia y de la extrema izquierda para que abdique Juan Carlos? Desgraciadamente, hay ejemplos sangrantes en la Historia de cómo la extrema derecha puede llegar al poder a través de las urnas y luego borrar de un plumazo todas las libertades. Ni tampoco me gustaría vivir bajo un régimen como el chavista porque lo considero una perversión de la idea socialista.
 
Es cierto que nuestra democracia está viciada por el gran afecto que, según confesó Juan Carlos a José Luis de Villalonga, el Rey sintió por el criminal dictador. También es cierto que hay muchas lagunas en el proceso de transición desde una férrea dictadura a una democracia pactada. Es asimismo verdad que en el momento de arrancar la transición aún existían los poderes fácticos, en primer lugar, el Ejército y la Iglesia nacional católica. Con el fracaso del 23-F, Juan Carlos se ganó la adhesión del sector no franquista del pueblo español, que, no se había dejado lavar el cerebro por la omnipresente censura de don Manuel Fraga Iribarne y sus sucesores en el ministerio de Información y Turismo (“Desinformación y Ocultismo”, decía la oposición democrática en la clandestinidad o en el exilio).
 
Resumiendo: Juan Carlos y Felipe tendrán que andarse con pies de plomo si quieren que continúe la “monarquía republicana” como existe en Bélgica, Holanda o Suecia. Felipe VI sería un buen sucesor, seguramente más cercano a la ciudadanía que los que ahora gobiernan.
 
 
                                                                                                                            

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