Uno de los pilares de la democracia es la igualdad. ¿pero
somos realmente iguales?
La Naturaleza y la condición humana parecen preferir la
desigualdad. No hay dos seres idénticos. Pero la igualdad a la que me refiero
aquí se refiere más a derechos y obligaciones que a los aspectos y figuras. En
este caso es la igualdad que todos los ciudadanos merecen y que a muchos, a
veces a la mayoría, se les recorta o niega.
Desde siglos y hasta el presente, una gran parte de la
humanidad ha luchado e incluso ha dado su vida por la igualdad como derecho
inherente al ser humano de ser igual ante la ley. Pero, ¿es tratado el señor Bárcenas
de igual manera que los demás reclusos de Soto
del Real? ¿Disfruta el ser humano de todos los derechos que posee de
manera incondicional: no ser discriminado por razones de su raza, de su
nacionalidad, sus creencias o cualquier otro motivo, por ejemplo, en caso de
enfermedad?
Todas las naciones presumen de respetar la igualdad de los
humanos. Pero si aplicamos una lupa al tema veremos que, en realidad, no existe
en todo el mundo una democracia perfecta, sobre todo en este importantísimo
capítulo. Puede que la igualdad figure
en casi todas las constituciones y que los políticos la afirmen en sus mítines,
como también se defienden de boquilla los derechos humanos.
El principio de la igualdad es violado en casi todos los
países llamados democráticos.
Principales víctimas desde la aparición del ser humano han sido (y en la
mayoría de los países, lo siguen siendo) las mujeres, que desde tiempos
prehistóricos, han sido (con la falsa
afirmación de ser el sexo débil) las esclavas del hombre y su diversión. A mí
me suena a machista eso de que “Dios” hizo a la mujer de una costilla de Adán.
Cualquier idiota
puede afirmar que la inteligencia masculina
es superior a la femenina. Semejante acémila no debería ser político ni
representar a España en Europa. No es por cuestión de género por el que la
mujer, incluso en Alemania, cobra por su trabajo (igual al del hombre) menos
que sus compañeros. Es un claro ejemplo de explotación, y de afán de lucro por
parte de los empresarios, que de esta
manera se resarcen el tener que seguir pagando el salario o sueldo a la mujer
gestante. En la Revolución Francesa se incluye la igualdad en lugar destacado
de la fraternidad y la libertad. Pero también en Francia, la mujer
trabajadora es discriminada.
En EE.UU, que se precian de ser la mejor democracia del
mundo, existe asimismo la discriminación femenina, así como el mal trato o
persecución de las minorías étnicas. Y
no digamos de China donde es multada la mujer que dé a luz más de dos hijos.
Hasta ahora, los dirigentes “comunistas/empresarios” chinos sólo permitían un hijo por hogar.
Se diferencia entre
países cultos e incultos y no se dice que habría menos países incultos si las
antiguas potencias coloniales ofreciesen el acceso a escuelas y universidades (que
habría que construir) a los niños y los jóvenes. Incluso en países
desarrollados, como España, a la cola de los estudios de Pisa, existen
manifestaciones casi diarias, para protestar contra los recortes en sectores
que han de ser inviolables, como la sanidad pública (que el gobierno del
conservador Rajoy quiere privatizar) y la educación. Si mediante medidas
restrictivas, como las tasas, se impide el acceso a la Universidad de jóvenes
de capas sociales humildes, aumentará impepinablemente también en España el número de incultos y
analfabetos.
Los gobiernos del PSOE han cometido fallos, pero también han
introducido en plan de igualdad a nuestro país en la Comunidad europea, han
hecho de una España, apenas salida de una dictadura militar, una de las más
relevantes naciones europeas (al ex
presidente del Gobierno, Felipe González, le fue otorgado el Premio
Carlomagno, la más alta distinción de Europa), y construyeron un sistema de
sanidad pública parecido al de Alemania, que ahora, al socaire de la crisis, el
gobierno del PP quiere destrozar para privatizarlo, introduciendo una vez más -en
este como en otros sectores sociales- la desigualdad, uno de los artilugios del
capitalismo. Digamos que todos somos iguales, pero algunos más que nosotros.
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