El 25 de mayo los electores de 28 países están llamados a
las urnas para elegir el nuevo Parlamento Europeo en Estrasburgo. Todo parece
indicar que el conservadurismo tendrá la mayoría en el próximo parlamento de la
UE, ostentando el poder en la mayor parte de las naciones los conservadores.
Para España esto significa que el PP figurará en lugar destacado del resultado
electoral, mientras que el PSOE tendrá que batirse a la defensiva. La
aplastante mayoría del derechista Frente Nacional de Marine Le Pen sobre el
Partido Socialista del presidente de la República, Hollande, seguro que no ha
sido pasada por alto en la madrileña calle de Ferraz (sede del PSOE). El 25 de
mayo, la UE será principalmente el escenario de la competición entre
conservadores y socialistas.
Estas elecciones tienen gran importancia por tener lugar en
“la crisis”, que ha vuelto del revés no pocos presupuestos y prestaciones
sociales. El parlamento que surja de estos comicios reflejará el estado de
ánimo político en los países de la UE, en donde la derecha está en mayoría. Se
da el caso curioso, pero no excepcional, de que precisamente aquellos
ciudadanos que más sufren por los recortes, las clases bajas, son los que han
votado a la derecha, que vuelca el peso de las reformas sobre los menos
favorecidos. Es decir, que votan al empresariado, al capital. También es cierto que sin capital
no hay trabajo, pero tampoco habría capital sin los trabajadores, la llamada
“mano de obra”, ahora con la crisis más vulnerable y manipulable que nunca.
Con motivo de las circunstancias en que tienen lugar estas
elecciones, vitales para todos los europeos, la primera cuestión que habrán de
plantearse los socialistas y socialdemócratas es el fortalecimiento de las
organizaciones defensivas de los trabajadores y, sobre todo de los parados y de
los no privilegiados. La derecha europea en los países donde manda, como en
España, está destruyendo la red de protección social que tantos años de
sacrificios, de sufrimientos e incluso de sangre ha costado a la izquierda, a
la clase trabajadora (¿dónde está ahora el movimiento obrero?).
Sería un grave error si la campaña electoral en cada país se
centrara sobre temas nacionales. Aquí no se vota a un determinado presidente de
un gobierno o a un parlamento nacional, sino al parlamento de la Unión Europea.
Los responsables de los partidos políticos tienen que hacer hincapié en temas
comunitarios, que fortalezcan a la Unión, que la hagan más efectiva (en el
problema Crimea, Ucrania y Rusia, la UE
sólo ha mostrado musculitos).
Para la UE hay una cuestión pendiente, que sería tan trascendental como el nacimiento de
Grecia o del Imperio Romano: el ingreso de Rusia y demás países de Europa
oriental, en la Unión Europea. Europa se convertiría en la tercera gran potencia del mundo. Pero el presidente
Putin dice njet. Para Putin, Rusia es ya lo suficientemente poderosa también
económicamente: países como Alemania (el
auténtico motor de la UE) obtienen gas ruso y más al Este existen importantes
fuentes de energía.
Para los países que ya están dentro de la UE cabe esperar
una unión más ejecutiva, con poderes por encima de las fronteras de los estados
miembros, un territorio donde exista democracia
plena y absoluto respeto a los derechos humanos y una organización que
se sepa hacer respetar en todos los campos de decisión. Pero para fomentar la
UE es también preciso que los estados de una futura Confederación Europea, por
encima de los egoísmos nacionales, cedan una considerable parte de la soberanía
a la que ahora se aferran. Algo a lo
que, de momento, todos los países miembros son esencialmente reacios.
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