Desde el asesinato de la Presidenta de la Diputación de León y partiendo principalmente del Ministerio del Interior, se ha desatado una polémica en torno a Twitter que ha alcanzado límites insospechados, rozando a veces el límite de lo grotesco.
A pesar de que el tema empieza a salirme por las orejas, vistas y oídas en algunas tertulias televisivas ciertas opiniones que consiguieron ponerme de muy mala uva, decidí escribir yo misma un comentario sobre este asunto para poner, al menos desde mi punto de vista, algunas cosas en su sitio.
Pero, hete aquí, que en mi habitual recorrido por la prensa nacional, me topé con dos articulazos de Teodoro León Gross sobre “el caso Twitter” que reflejan mi sentir al ciento por ciento (por si algunos de ustedes no lo saben, además de columnista habitual de Diario SUR, Gross es Licenciado en Filología Hispánica y Doctor en Periodismo por la Universidad de Málaga, donde es profesor numerario de la Facultad de Ciencias de la Comunicación).
Así pues, a sabiendas de que en ningún momento podría competir con la agudeza que caracteriza a este periodista, no me lo pensé dos veces y copié para ustedes los dos análisis de la controversia sobre Twitter que Teodoro León Gross, con menos de una semana de diferencia entre sí, publicó recientemente en su columna de Diario SUR, “El Mirador”:
El primero dice así:
“Criminalizar Twitter
Claro que eso de 'limpiar Internet' es -por este orden o por otro- falso, absurdo y seguramente ilegal
El Gobierno ha ordenado investigar Twitter tras el crimen de León. El ministro ha dicho, intimidatoriamente, que se proponen «limpiar Internet de indeseables». La frase parece del sheriff Wyatt Earp en 'OK Corral' o de Little Bill en 'Sin perdón' dispuesto a silenciar el saloon. Claro que eso de 'limpiar Internet' es -por este orden o por otro- falso, absurdo y seguramente ilegal.
Lo primero: falso. En el Gobierno nadie ha mostrado hasta ahora preocupación por esto, y mira que se han dicho brutalidades de Ada Colau, Garzón o Pilar Manjón. Claro que muchos de esos insultos procedían de cuentas con las siglas del PP. Como aquello de Somoza, pensarían 'hay mucho hijo de puta, pero son nuestros hijos de puta'. O sea, no les preocupan las injurias; sólo recibirlas ellos.
A continuación: absurdo. Sí, ha habido comentarios miserables, como de costumbre, desde lesiones de futbolistas a detenciones políticas. Nada escapa a eso. Twitter es como las barras de los bares, los mercados, las plazas o los viejos mentideros donde lo mismo había habladurías que versos de Lope o Quevedo. Criminal podrá ser algún comportamiento individual, no el lugar. Lo de 'limpiar Internet', en plan Estado policial modelo 1984, suena a teatro político.
Finalmente: poco legal. Hablan de 'apología' pero, no siendo de terrorismo, ¿de qué apología delictiva hablan? Justificar y hasta alegrarse por una muerte es miserable pero de ahí a un comportamiento criminal va un trecho. Las injurias no se investigan de oficio, y el Gobierno no puede ordenar una 'guerra preventiva' (Bush) en la red, algo fuera del ordenamiento. Salvo que en realidad busquen una coartada para abrir ficheros; y en ese caso lo de 1984 no sería teatro.
Más allá de la legalidad queda, es cierto, la moral. ¿Se puede celebrar una muerte? Cuando Loyola de Palacio decía «esperemos que Castro muera pronto» ¿eso vale? Y lo que se escribió en la muerte de Chávez. ¿Eso es inmoral o no? Si sólo se refiere a muertes violentas, ¿se puede celebrar el fin del odioso Bin Laden o no? Claro que el Gobierno no parece interesado en la moral, sino en matar el pájaro de Twitter de un tiro.
Por supuesto, este asesinato ha retratado el sectarismo áspero en España. Nada nuevo bajo el sol del ruedo ibérico. Sucede desde el XIX; así que la milonga de Twitter no cuela. Y ya es revelador que la clase dirigente, principal promotora de rencores, en plena campaña a golpe de mensajes con puño de hierro exhiba esa mandíbula de cristal.
Todo esto parece, sin más, una operación calculada. El PP se subió rápido a la tesis victimista, apenas consumado el crimen, señalando a los 'antisistema' y la 'antipolítica', pero después se vio sorprendido por una vendetta entre militantes del propio PP. A falta de eso, han inventado rápido otro enfoque victimista con otro enemigo: Twitter. Pero se les ve demasiado el plumero”.
En el segundo, “No en las sedes,¡es en las redes!, el autor opina:
“Los grandes partidos sondean el voto emocional, la excitación sectaria, a riesgo de pasarse de frenada
La campaña del PP contra las redes, identificado Twitter como territorio salvaje, mientras el PSOE trata de llevar el debate político a dirimir si Cañete es machista, muy machista o un machista indeseable, probablemente delata la lógica electoral: la pelea ya solo se centra en amarrar al votante fiel. Toca sectarismo a machamartillo ante la amenaza acechante de la abstención y el impulso de lo que llaman 'partiditos', aplicándose a sí mismos la teoría de 'too big to fall' con prepotencia. PP y PSOE dan síntomas de alejamiento de la realidad, obviando las inquietudes de la nación -paro, economía, corrupción- en sus estrategias electorales. Lo del PP contra las redes o el PSOE con el aquelarre del cañetazo delata cómo segmentan el voto: unos pasan de los jóvenes para buscar su segmento duro, otros exprimen a mujeres y jóvenes. Los dos grandes sondean el voto emocional, la excitación sectaria, a riesgo de pasarse de frenada.
Está por ver si las redes serán determinantes en las urnas, como sostiene el CEO de Movistar, pero años después del éxito de Obama aquí aún se opera con criterios primitivos. De hecho la campaña del PP contra las redes es un recurso ramplón: si no controlas algo, desacredítalo. En definitiva la estrategia de criminalización de Twitter, que les ha servido para tirar del victimismo como si el asesinato delirante de León no fuera un ajuste de cuentas entre militantes del PP sino una razzia de tuiteros salvajes, al final se dirige a encandilar a su target de 'votantes +mayores/+conservadores' con el imaginario de las redes del terror. Es un disparate, pero eso tiene su público, precisamente ése que tratan de mantener movilizado. Eso sí, al precio de alejarse de la realidad, porque las redes son el foro del siglo XXI, la nueva plaza pública.
En la política nacional, al medir la influencia en redes, mandan PP y PSOE por razones obvias -eso sí, seguramente con el mismo programa de 'autofollows', de compra robotizada, como delata el número constante de seguidores de ambos- pero en las mediciones autonómicas puede apreciarse su pérdida galopante de influencia, y ahí son más eficaces paridos como ERC, volteando a CiU, o BNG y Compromís. En algunas comunidades los grandes están en ranking amateur. Y si no son buenos es porque no creen en eso. PP y PSOE son más de sedes que de redes; aferrados a una idea vertical de la política, al dictado de argumentarios, usando a la sociedad civil como coartada retórica pero sin darle espacio público. En definitiva siguen creyendo que la política se hace con mítines donde los ciudadanos agitan la banderita y corean las consignas como hooligans. Aún no han entendido el mensaje al ver los actos de partido cada vez más vacíos. Las redes exigen otra forma de hacer política. Cañete no es el único troglodita”.
Fuente: Diario Sur
Autor: Teodoro León Gross
Un análisis verdaderamente certero sobre este controvertido tema. Teodoro León Gross da, una vez más, en el clavo y, sin muchos circunloquios, nos revela la verdadera trastienda de esa caza de brujas indiscriminada que se ha organizado contra los "tuiteros". No hay que ser ningún lince para darse cuenta de que algunos políticos han encontrado en ellos un buen filón o, digamos mejor, un buen cabeza de turco para tratar de desviar la atención del ciudadano de otros problemas de mayor relevancia.
M.R.
M.R.
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