Ahora que, para mal o para bien, está tan de moda hablar de la “memoria histórica” quisiera presentarles hoy, día de San Jorge, un libro, que aunque lleva ya un par de años en el mercado, no por ello ha dejado de ser actual. Se trata de “El amigo alemán” - El SPD y el PSOE de la dictadura a la democracia, cuyo autor es el historiador Antonio Muñoz Sánchez. Muñoz Sánchez es Doctor en Historia por el Instituto Universitario Europeo de Florencia y, en la actualidad, Investigador del Instituto de Ciências Sociais de la Universidad de Lisboa.
Los que hemos pasado más de la mitad de nuestra vida en Alemania sabíamos que entre los conservadores democristianos de la CDU y CSU (Unión Social Cristiana, de Baviera) y el régimen franquista existían excelentes relaciones, canalizadas a través de las Fundaciones Konrad Adenauer y Hans-Seidl Stiftung. Sólo una Fundación no era grata a la dictadura: la Friedrich Ebert Stiftung, socialdemócrata (SPD). Esta fundación no podía actuar abiertamente en España durante la dictadura fascista, pero sí en Alemania, donde por iniciativa del ex canciller federal y jefe del SPD, Willy Brandt se formó un grupo de trabajo “Spanien”, de jóvenes socialistas españoles y alemanes dentro de las Juventudes Socialistas (Jusos), especialmente entre Múnich, Francfort (Taunus), Colonia y Bonn, que se dedicaron a la tarea de rejuvenecer y renovar el secular socialismo español de Pablo Iglesias para que estuviese en condiciones de asumir la responsabilidad política en España y no dejarse arrinconar en el camino hacia la democracia por los ex combatientes del golpe de Estado franquista, el Ejército antidemocrático, así como la Iglesia nacionalcatólica (los llamados poderes fácticos), que también disponían del capital.
El dictador falleció en noviembre de 1975. Había llegado la ansiada hora de luchar en España por la libertad, fundamento de toda democracia.
Pero el PSOE tras 40 años de exilio, con líderes encanecidos en la lucha contra el fascismo en España, como Rodolfo Llopis en Toulouse (Francia), si bien estaban aferrados a la ideología socialista, ya no podían dirigir, con la más mínima perspectiva de éxito, el Partido Socialista Obrero Español, falto de líderes y de fondos. Todavía en vida de Franco, la Fundación socialdemócrata Friedrich Ebert, había estado realizando, puede decirse que en la “clandestinidad”, una labor de organización y planificación de un PSOE más joven, más dinámico y más eficaz en las nuevas perspectivas después del óbito del sangriento dictador. El SPD y el sindicato metalúrgico IG-Metall ya se habían adelantado desde hacía años, antes del fallecimiento del sátrapa, a la labor de transmitir a jóvenes españoles en el Interior los valores del socialismo democrático . Ahora era urgentemente preciso intensificar la colaboración entre los dos partidos hermanos.
En el Exterior, es decir, en Alemania, destacados socialdemócratas y sindicalistas estaban haciendo posible el sueño de los que éramos jóvenes: conquistar en España los derechos humanos, las libertades y la auténtica democracia. Algunas de aquellas ilusiones se han evaporado con la edad, pero mientras vivamos seguirá en pie la creencia en la libertad, en los derechos humanos y la justicia social, aunque he de decir que en cuanto a justicia social y la democracia, el PSOE que les construimos desde Alemania a los dirigentes de primera hora, como Felipe González (“Isidoro”), deja que desear.
En primer lugar es vergonzoso el trato que se le ha dado al director de la Friedrich-Ebert-Stiftung, el socialista Dieter Koniecki, que canalizó toda la ayuda, también material, al PSOE y la UGT. Sin esta ayuda, el PSOE, desplumado, desarticulado por la sangrienta represión, jamás habría pasado de ser un grupúsculo bajo el poder de la todavía fuerte mayoría franquista, apoyada a través de las Fundaciones conservadoras alemanas. El SPD y la UGT pudieron ingresar en la democracia gracias al amigo alemán. ¿Por qué lo ha olvidado desde el principio el PSOE. ¿Por qué no saben los jóvenes y no tan jóvenes socialistas españoles cuánto le debe el PSOE al SPD? ¿Cómo se deja morir a un compañero alemán, Hans Matthöfer, sin que nadie en Ferraz cumpla su deseo de visitar Barcelona como invitado especial de partido al que tanto había ayudado? A Matthöfer se le llamaba en los círculos socialdemócratas alemanes: “el diputado por Barcelona”, su ciudad favorita. Otro compañero, Rolf Reventlow, tesorero del SPD de Múnich pudo huir de los nazis y se alistó en las Brigadas Internacionales: Llegó al grado de teniente. Los comunistas le acusaron de ser un espía de las SS y por poco le fusilan en Albacete, si no hubiese intervenido André Martí. Reventlow contribuyó en gran medida a que no se hundiera del todo el galeón socialista español. Íntimo amigo de Indalecio Prieto, Rolf también conoció a Negrín, a Largo Caballero y a Andrés Saborit, con quienes mantuvo “acaloradas” discusiones. El socialista muniqués mantenía que se dedicara menos tiempo al golpista general, y que el PSOE se dedicara más a dar a conocer a grandes socialistas españoles como Julián Zugazagoitia o Julián Besteiro, muerto en la cárcel por una tuberculosis. A Besteiro le tocó la inmensa amargura de haber entregado Madrid a los nacionales, después de que Franco le prometiera que sería una rendición “entre caballeros”. La posguerra fue muy cruenta, con millares de fusilados. Besteiro cometió el error de olvidar que los canallas no tienen palabra ni honor. Todo esto que pertenece a la memoria histórica lo tendrá que hacer constar el PSOE, dado que el PP no siente demasiadas ganas de recordar.
En los difíciles tiempos en que vivimos, los socialistas hemos de reinventarnos. Necesitamos una colaboración más estrecha con todos los partidos socialistas europeos para hacer frente al nuevo “sistema neocapitalista”, que quiere acabar con todos los logros del socialismo. Esto exige un frecuente contacto con los socialistas de otros países.
Y ahora, la pregunta: ¿por qué nos desprecia el PSOE a los que hemos trabajado por el partido en Alemania? Quizá quieran aparecer ante sus militantes como héroes, que ellos solos lo han conseguido todo. Alfonso Guerra, en su primer libro de “memorias” Cuando el tiempo nos alcanza sólo le dedica al SPD dos o tres líneas. El régimen franquista hablaba “del oro del Rin”. Sin el SPD y el IG-Metall, el PSOE tal vez ni siquiera estaría en el Congreso de los Diputados.
El libro del historiador Antonio Muñoz Sánchez ha querido hacer justicia y refrescar la memoria a los que ingratamente han enterrado en el olvido “al amigo alemán”, sin el cual no hubiese sido posible en la Transición una reestructuración tan meteórica del PSOE como partido y de la UGT como sindicato. La obra ha sido publicada en la Serie “Historia de España” de la prestigiosa Editorial RBA, con la ayuda económica del Instituto Universitario Europeo de Florencia.
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