Galicia es en la actualidad una autonomía española situada en el rincón noroeste de la Península Ibérica, allí donde acaba, frente al Atlántico, la tierra (Finisterre).
Su origen es muy discutido. Por lo general, algunos historiadores prefieren hablar de lusitanos-gallegos. Quien contemple un mapa de España puede tener la impresión de que Galicia es un muñón sin Portugal, donde en tiempos prehistóricos también existían los megalitos, gigantescas construcciones de enormes piedras, tal vez túmulos funerarios, y la mayoría de las costumbres protocélticas.
Los celtas aparecen por primera vez en los textos del historiador griego, Hecateo de Mileto (siglos VI al V, antes de nuestra era). Algunos investigadores avanzan la teoría de que el nombre “celta” procede de la Mitología griega, en la que se nombra al pueblo celta como descendiente de Celtus, convirtiéndose después en Celti en latín.
En las islas británicas se llamaban a estos pueblos “celtas goidélicos" y "bretones", mientras que en la Península Ibérica eran conocidos como “kallakoli”, es decir, los clanes de los celtas galaicos situados en la desembocadura del Duero, lugar privilegiado para el intercambio comercial y cultural: pensemos en la ciudad de Oporto, cuyos habitantes fueron después llamados "caleci" o "gallaeci" (gallegos), extendiéndose la designación siglos más tarde como “gallegos”, patronímico que todavía conservan.
Los hermanos de los celtas gallegos, los lusitanos, que dada la migración de los pueblos germánicos tampoco eran ya celtas “puros”, fueron los primeros en sumarse al descubrimiento de América (Brasil y en tiempos modernos tuvieron numerosas colonias en Asia y en el África subsahariana, siendo tal vez las más importantes Angola y Mozambique. En las antiguas colonias lusitanas, el portugués es la lengua oficial. Aumentan en Portugal las voces que se plantean una federación con España. “Al fin y al cabo portugueses, gallegos e incluso los fronterizos extremeños, somos la misma raza, la misma gente”, decía una mujer en un reportaje emitido por una televisión española.
El gallego y el portugués son, como el catalán, ramas del provenzal. El gallego culto no es difícil de entender por un castellano o un catalán con cierto nivel cultural. Gallegos y portugueses se comprenden mejor. Otra población (bilingüe), que hasta su expulsión por los Reyes Católicos en 1492 tuvo relevancia en Portugal y Galicia, fueron los judíos españoles, los sefardíes o sefarditas. Se dedicaban especialmente al comercio (Lisboa, Oporto, entre otras ciudades portuguesas y gallegas) y a los préstamos ("finanzas"). Existen en castellano muchas palabras gallegas, pero las más arraigadas en toda España son “saudade” (tristeza, anhelo) y “morriña” (profunda nostalgia, casi ganas de morir). “Morriña” es lo que han sentido hasta nuestros días los gallegos al tener que abandonar a su familia y su país para ganarse la vida en el Extranjero. Juanito Valderrama supo captar en andaluz esa “saudade” y esa “morriña” galaico-española en su popular canción “El Emigrante”, desgraciadamente, todavía vigente.
Volviendo a lo histórico: El Austria, sucesor de Carlos I (Carlos V), Felipe II (El Escorial), un religioso paranoico, trató muy mal a Portugal, que aún pertenecía a la Corona Española y estaba sacudido por guerras y guerrillas de aristócratas lusitanos para romper las a amarras con España. España y Portugal fueron en aquella época una gran potencia. Pero las ambiciones de aristócratas lusos de ocupar el trono de un Portugal independiente, hicieron fracasar al poder imperial de cuando estaban unidos al resto de la Península Ibérica. El 7 de septiembre de 1822 se firmó la Paz de Lisboa. Galicia ya estaba muy alejada de cualquier vínculo con su vecino Portugal. Las derrotas de la Corona española en Portugal se debían a los degenerados Austrias y sus ineptos validos, pero principalmente a la debilidad del Ejército español, agotado por guerras, como la de los 30 años, que en realidad, como se consigna al principio) eran guerras del emperador alemán, Carlos V (Carlos I de España, y después de su sucesor Felipe II,), contra los príncipes alemanes luteranos y por los territorios de los Austrias en Alemania, heredados por el sucesor del emperador Carlos V. Felipe II defendía también dichos territorios con dinero español, al socaire de la defensa del catolicismo (naturalmente la Iglesia católica española y el Vaticano tan contentos), mientras la miseria y el hambre se extendían por toda Iberia expoliada. Fue la "Guerra de los 30 Años". Después, España se vio acosada durante siglos por sus enemigas Inglaterra y Francia. A consecuencia del tratado de Utrecht, España tuvo que regalar a Francia valiosos territorios más allá de los Pirineos. Inglaterra ("la pérfida Albión") se quedó hasta hoy con el importante Estrecho de Gibraltar. La miseria y la hambruna en toda España, incluida Galicia, ha quedado plasmada a través de los siglos en la llamada “picaresca española”, con dos novelas inmortales: “El Lazarillo de Tormes" (1554), de autor anónimo, y “Guzmán de Alfarache", de Mateo Alemán (publicada en Madrid en 1599).
La Historia común no siempre une: Las más de las veces separa, creando fosos donde no debía haberlos, y no olvidemos que motores de la Historia suelen ser en bastantes casos psicópatas esquizofrénicos, y paranoides.
Por lo demás, no caigamos en lo que puede ser el trágico error (en la Alemania nazi ya lo fue: el holocausto) de querer adquirir un sentido de superioridad (individual o nacional) reactivando el falso principio de la superioridad racial, aunque también existe un racismo lingüístico (“Mi patria es mi lengua”, dijo Artur Mas, presidente de la Generalidad de Cataluña). Un científico gallego, especializado en genética, dijo recientemente que la genética y el ADN jamás podrán desvelar nuestra proveniencia de ésta o aquella rama de la especie humana desde tiempos prehistóricos. Lo máximo que sabemos, y es bien poco: que venimos de África y somos descendientes (o ascendentes, según las perspectiva) del cromañón, del neandertal y del “homo sapiens.” Aquellos nuestros ancestros pasaron del continente africano a España y, desde allí, con el trascurrir del tiempo, al resto de Europa, a Asia y al continente norteamericano (estrecho de Bering) y sudamericano, donde fueron evolucionando según las condiciones meteorológicas y medioambientales. Entre esos pueblos se hallaban los seres humanos que hoy llamamos celtas, que después de algunos choques con los iberos acabaron siendo la base histórica de la Península, que también se conoce como Celtiberia. A un español bastante cerrado o encerrado en sus opiniones le llamamos de broma: celtíbero. El periodista y escritor español, Luis Carandell, publicó un libro, que fue en su día un best seller, titulado “Celtiberia Show”, en el que de forma humorística se describen las peculiaridades de nuestro país y sus habitantes.
En el siglo XVIII se inició, debido a la pobreza de una región, rica en materias primas, una emigración masiva a Hispanoamérica. Una movimiento migratorio que se reanudó a finales del siglo XIX y duró hasta mediados del siglo XX. Sólo a Argentina llegaron más de un millón de “galaicos”, en busca de sustento (algunos se hicieron ricos) para sí y la familia, que después se reuniría con ellos. Dado el elevado número de emigrantes de Galicia, los argentinos llaman de cachondeo desde entonces a los españoles “los gallegos”. ¡A mucha honra!
Cuanta tontería junta.
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