Muere Gabriel García Márquez, el reportero de la magia
Gabriel García Márquez, escritor colombiano y premio Nobel de Literatura, falleció este jueves a los 87 años de edad después de un lento declive de salud, agravado en las últimas semanas. Autor de la que es sin duda la más importante novela del «boom» latinoamericano, «Cien años de soledad», su muerte, aunque anunciada, ha teñido de luto al mundo entero.
García Márquez nació en Aracataca, una aldea perdida en el Caribe colombiano, «el domingo 6 de marzo de 1927 a las nueve de la mañana», como él mismo detallara en sus memorias. Criado por sus abuelos maternos, un coronel retirado y una mujer supersticiosa, que tanto marcarían su literatura, «Gabo» –apodo que le puso Eduardo Zalamea Borda, subdirector del diario «El Espectador», donde a los 20 años publica su primer cuento, «La tercera resignación»– cursaría estudios en Sucre y Barranquilla.
Sus primeros escritos en el periódico del liceo los firma con el seudónimo de Javier Garcés, hasta que en 1947 se matricula en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Bogotá. Por entonces comienza a colaborar con diarios como «El Universal», «El Heraldo» y, finalmente, «El Espectador», gracias a su amigo Álvaro Mutis. El rotativo lo envía en 1955 como corresponsal a Europa: Ginebra, Roma, (donde estudia cinematografía) y París.
Su primera novela, «La hojarasca», que refleja una fuerte influencia de William Faulkner, es editada ese mismo año por Diana, de México. La trama se desarrolla en Macondo, pueblo imaginario que inmortalizará años más tarde en la novela que lo consagró universalmente: «Cien años de soledad». «La hojarasca» contiene algunas de las constantes de su obra, como la lluvia, la memoria, la guerra o la muerte.
Tras el triunfo de la revolución cubana en 1959, García Márquez se traslada a La Habana, donde nace una militancia de izquierda y una amistad con Fidel Castro que perdurarán hasta su último aliento. En 1961, en un viaje a Nueva York como enviado de la agencia Prensa Latina, protagoniza un incidente con un grupo de inmigrantes cubanos armados. En esas fechas publica «El coronel no tiene quien le escriba» y se traslada a México, país en el que residirá intermitentemente desde entonces y donde se dedica a escribir guiones cinematográficos junto a Carlos Fuentes (aunque el primero que se filmó, en 1964, fue «El gallo de oro», basado en un cuento de Juan Rulfo).
En 1966 se publican en revistas de Bogotá, Lima y París los primeros fragmentos de su obra maestra, cuya primera edición aparecerá un año después en Buenos Aires. «Cien años de soledad» le reportó un éxito inmediato y ese mismo año se traslada a Barcelona, donde residiría hasta 1975, año en que regresa a México. Desde entonces alterna su vida en el Distrito Federal con largas estancias en Cartagena de Indias.
Un año más tarde se produjo su distanciamiento de Mario Vargas Llosa, con quien había coincidido en la Ciudad Condal, cuando el peruano le propinó un puñetazo al grito de «¡Cómo te atreves a abrazarme después de lo que le hiciste a Patricia en Barcelona!». Todo indica que el enfrentamiento obedecía a un lío de faldas en el que se vio implicada la esposa del autor de «Conversaciones en la catedral». Curiosamente, ambos fueron galardonados tiempo después con el Nobel de Literatura: García Márquez, en 1982; Vargas Llosa, en 2010.
Cumbre del realismo mágico
La gran saga americana que describe «Cien años de soledad», encarnada en la familia Buendía, supuso la cumbre del realismo mágico y del «boom» de literatura latinoamericana de los sesenta. Después llegarían otras obras perdurables como «El otoño del patriarca» (1975), la preferida por su autor; «Crónica de una muerte anunciada» (1981), «El amor en los tiempos del cólera» (1987), «El general en su laberinto» (1989) o «Noticia de un secuestro» (1997).
Sus problemas de salud comenzaron en 1999, cuando tuvo que ingresar en una clínica en Bogotá para tratarse de un linfoma. El escritor padecía desde hace años de un deterioro neuronal progresivo, según revelara su hermano Jaime, lo que le impidió continuar la publicación de sus memorias, que sólo vieron la luz en un primer volumen, «Vivir para contarla», en 2002.
Le sobreviven su esposa, Mercedes Barcha, –con quien se casó en 1958 y a la que había conocido quince años antes– y sus hijos Rodrigo, cineasta, y Gonzalo, diseñador gráfico.
Fuente: ABC.es
Autor: Manuel M. Cascante (Corresponsal en México)
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