Ayer, un mito de la
canción española nos dejó para siempre tras una larga enfermedad que le fue
consumiendo poco a poco. Manolo Escobar partió
con 82 años para el Más allá como él había deseado: en su casa de Benidorm,
arropado por el cariño de los dos seres a quienes él más quería, su mujer Anita
y su hija Vanessa.
Tengo que reconocer que
hubo un tiempo en el que, con tan sólo tan sólo oír su nombre, se me erizaban
los cabellos. Como tantos otros “progres” de la época le consideraba el típico
cantante de masas que contribuía a la idiotización del pueblo en aquellos años
funestos del franquismo. Lo que no impedía que, más de una vez, en alguno de
nuestros fiestorros de Múnich, todos acabásemos cantando el “Porompompero”.
También contribuyó a mi
animadversión el hecho de que al espacio “Peticiones del oyente” de Radio
Baviera, donde yo trabajaba por aquel entonces como locutora, llegasen millares
de cartas solicitando que radiásemos alguno de sus discos para felicitar a
algún familiar o amigo en el día de su onomástica o cumpleaños. Más de una vez
deseé que el carro que robaron a Manolo Escobar se perdiese para siempre en el
cosmos.
Y el colofón llegó con “Y viva España”, cuya versión alemana “Eviva
España”, cantada por la israelí Hanna
Aroni, no tardó en ocupar los primeros puestos del Hit Parade alemán
persiguiéndonos con su chinchán durante meses. Lo que muy pocos saben es que
esa canción, tan pachanguera como pegadiza, fue compuesta en 1972 por el belga
Leo Caerts (según dicen las malas lenguas, con dinero del Ministerio de
Información y Turismo) y, posteriormente, en 1973, popularizada por Manolo
Escobar en la película “Me has hecho perder el juicio”. Que la cancioncilla,
con el devenir del tiempo, se haya convertido casi en el segundo himno nacional
español, eso es harina de otro costal.
El paso de los años me ha
hecho ser mucho más benevolente a la hora de juzgar el pasado. Y a Manolo
Escobar tengo que reconocerle el mérito de haber sabido entretener a
generaciones de españolitos que, dentro y fuera de nuestras fronteras, no gozaban
entonces de muchos más alicientes que iluminasen la triste existencia que les
había tocado en suerte. Además, Manolo Escobar nunca se dejó instrumentalizar
por el aparato franquista. Ni asistió, como tantos otros artistas de la época,
a recepciones en El Pardo, ni demostró nunca especial simpatía por el régimen
de entonces. Aunque, en honor de la verdad,
tampoco se le oyó jamás manifestarse en contra. Él sólo se dedicó a lo
suyo, a cantar y a actuar en películas divertidas, cuya única finalidad era que
la gente pasase un buen rato en el cine y se olvidase por un momento de sus
problemas y pesares. Su público se lo premió comprando sus discos por millones
(se habla de 180 millones de discos vendidos en todo el mundo).
Todos los que conocieron
personalmente a Manolo Escobar destacan su bondad, su simpatía, su sencillez y
su capacidad de empatía. También tenía el don de ponerle al buen tiempo buena
cara, cualidad que le permitió enfrentarse a circunstancias tan adversas como
la de diversos reveses económicos y, la
peor de todas ellas, la de la cruel enfermedad que finalmente no ha podido
superar.
Según manifestó en
diversas ocasiones este singular artista, al que jamás -ni tan siquiera en sus
momentos de mayor éxito- se le subieron los humos a la cabeza, “lo único que siempre
pretendió fue entretener y que la gente se lo pasase lo mejor posible con sus
canciones”. Como él mismo decía en el preámbulo de “Antología de la copla”, su
último espectáculo con el que estaba recorriendo España para despedirse de su
público, consciente del poco tiempo que le quedaba debido a la gravedad de su
enfermedad: “Durante dos horas no va a haber ni crisis, ni prima de riesgo, ni
na de na. Vamos a ser simplemente felices”.
También nosotros queremos
sumarnos a ese pésame general, expresado con auténtico sentimiento en
todos los medios de comunicación y en
las redes sociales y por los miles de personas que acudieron ayer personalmente
a darle el último adiós en la Capilla ardiente instalada en la Casa
Consistorial de Benidorm.
Desde aquí, vayan nuestros
respetos y nuestro sincero sentir a su familia por la gran pérdida. Y valga
como consuelo que, aunque él se haya ido, su gran humanidad y sus canciones
permanecerán vivas en nuestra memoria.
Quien me iba a decir, que acabaría apreciando a Manolo Escobar. Sus canciones, siguen sin llegarme, no es mi estilo, pero que gran profesional y qué gran persona. Uno más que nos deja. Su "madreciiita maaria dercarmen" , le tengo grabada en mis neuronas de veces que la oí sonar en casa del vecino.
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