Recientemente, el conocido astrofísico británico Stephen Hawking declaraba que según avanza la ciencia va quedando menos espacio para Dios. Como si fuese una respuesta, el papa Ratzinger decía hace poco tiempo que el cielo no es un concepto espacial, sino espiritual. Muchas cosas caben dentro de la gaseosa palabra "espiritual". "Espíritu" significa también, en todos los idioma europeos, incluído el español, "fantasma", "espectro". Lo espiritual es muy utilizado en los círculos esotéricos.
El anterior papa Juan Pablo II suprimió el infierno y al diablo. El papa Ratzinger, ex jefe de la Inquisición vaticana y "martillo de teólogos herejes", ha vuelto a introducir ambos conceptos por la puerta de atrás. Como corresponde a un papa, cuya ilusión es la iglesia de la Edad Media, Ratzinger apoya al exorcismo, aunque éste está penado, al menos como homicidio, en caso de que los resultados de esas prácticas diabólicas sean la muerte del poseído o poseso. Los posesos son enfermos mentales, como esquizofrénicos o epilépticos. Que pudieran estar poseídos por algún demonio es una idea que sólo se les ocurre a ignorantes y a mentes religiosamente calenturientas. Esta absurda idea forma parte o de la superchería o de la superstición. Uno se pregunta, ¿cómo puede un hombre tan culto como Ratzinger "fomentar" tales prácticas? Pero qué se va a esperar de un papa medieval que también venera reliquias, como la sábana de Turín, aunque hace tiempo que la ciencia ha puesto de manifiesto su falsedad? La cuestión es no perder adeptos. ¿Que hará ahora el papa Ratzinger con la milagrera virgen mexicana de Guadalupe, después de que arqueólogos han descubierto que se trata de una figura esculpida en la roca por los aztecas?
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