martes, 24 de noviembre de 2009

El ateo y el creyente

El ateo no tiene la misión de convertir a nadie, de hacer proselitismo. Ateísmo es ilustración y racionalidad. El creyente sólo puede ilustrarse a sí mismo, por su propia voluntad, buscando el conocimiento mediante su propia inteligencia. El ateo no le quita la fe a nadie. Es el creyente, usando su razón y no poniendo trabas a su intelecto persistiendo en errores y embustes, que le han sido inculcados desde la niñez, quien ha de romper las amarras con lo irracional y lo absurdo. Por ejemplo, ¿ qué persona que utilice su inteligencia va a crer -a no ser como leyenda- que un hombre es dios y que ese hombre va a ascender por autopropulsión a "los cielos"? ¿Por qué no citan las crónicas de Judea y de Roma tamaño espectáculo "presenciado" por una multitud? ¿Cómo creer que Mahoma subió al paraíso montado en un blanco corcel? (En el mundo hay 1.200 millones de católicos y 1.300 millones de musulmanes. ¿Son todos creyentes?)

El ateo ha de reflexionar, ha de conversar y ha de escribir, pero sin buscar ni esperar conversos ni a quienes no han superado en lo religioso el nivel de infantilismo por miedo al "Coco", y por querer acceder a una ilusoria vida eterna en un inventado paraíso. Todas las religiones son creación humana, así como sus dioses. Todas las religiones son perecederas, son fagocitadas por otras creencias superiores; pensemos millares de años hacia atrás y tomemos como ejemplo las religiones de Babilonia, de los hetitas, de los persas (Mitra), de los egipcios (Isis), de los griegos (Dionisio) y de los romanos, de los cartagineses...Si lo estudiamos con lupa, encontraremos en el cristianismo (católico y protestante) muchos elementos retocados de las periclitadas religiones.

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