Quizá la noticia más comentada este verano fue la del asalto a dos supermercados (Écija y Arcos de la Frontera) para llevarse carritos llenos de alimentos con destino a los indigentes. Es sabido lo mucho que hace Cáritas para paliar el hambre de centenares de personas, que acuden a sus comedores. Según mi opinión, la Iglesia católica española podría ayudar todavía más. Así podría al menos justificar parte de su inmensa riqueza.
De la acción de los asaltantes por caridad ha surgido un nombre más para nuestra Historia: Seguro que Juan Manuel Sánchez Gordillo, alcalde de Marinaleda, ocupará un lugar cercano al de Luis Candelas.
Naturalmente que asaltar supermercados para dar de comer a los pobres no es lícito. La libertad democrática incluye también el respeto a la propiedad ajena. ¿Qué haría un ciudadano, también en situación de penuria, que no pudiese alquilar un piso de su modesto patrimonio, y se encontrara un día con que un grupo de ocupas había tomado posesión de la vivienda?
Los indigentes tienen que comer y dormir. Para eso existe un Ministerio de Asuntos Sociales, ¿o es sólo un espejismo? También los supermercados contribuyen con su granito de arena. Alguno de estos establecimientos deja por la noche fuera contenedores repletos de alimentos que caducan y no se han vendido. Hay muchos víveres cuya fecha de caducidad es más prolongada que la indicada en los envases. Esos productos suelen entregarse a los Bancos de alimentos de los que se surten organizaciones caritativas, que preparan lotes para los más necesitados, así como los comedores sociales. Todo ello impensable sin la ayuda altruista de un ejército de voluntarios.
Por muy simpático y social que nos parezca el señor Gordillo, existen leyes que hay que respetar, si no queremos que en nuestra sociedad reine la ley de la jungla.
De la acción de los asaltantes por caridad ha surgido un nombre más para nuestra Historia: Seguro que Juan Manuel Sánchez Gordillo, alcalde de Marinaleda, ocupará un lugar cercano al de Luis Candelas.
Naturalmente que asaltar supermercados para dar de comer a los pobres no es lícito. La libertad democrática incluye también el respeto a la propiedad ajena. ¿Qué haría un ciudadano, también en situación de penuria, que no pudiese alquilar un piso de su modesto patrimonio, y se encontrara un día con que un grupo de ocupas había tomado posesión de la vivienda?
Los indigentes tienen que comer y dormir. Para eso existe un Ministerio de Asuntos Sociales, ¿o es sólo un espejismo? También los supermercados contribuyen con su granito de arena. Alguno de estos establecimientos deja por la noche fuera contenedores repletos de alimentos que caducan y no se han vendido. Hay muchos víveres cuya fecha de caducidad es más prolongada que la indicada en los envases. Esos productos suelen entregarse a los Bancos de alimentos de los que se surten organizaciones caritativas, que preparan lotes para los más necesitados, así como los comedores sociales. Todo ello impensable sin la ayuda altruista de un ejército de voluntarios.
Por muy simpático y social que nos parezca el señor Gordillo, existen leyes que hay que respetar, si no queremos que en nuestra sociedad reine la ley de la jungla.
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