lunes, 15 de diciembre de 2014

Leído en la Prensa: Progreso al Pasado


"Este verano tuve ocasión de ver, paradójicamente en la Toscana, la fascinación por los viejos instrumentos de tortura. Puede parecer extraño allí, tal vez el mejor lugar del planeta para vivir, entre viñas de Chianti y montañas azules al caer la tarde, donde la lentitud es contagiosa en los caminos y las sobremesas; pero de hecho hay cuatro museos de la tortura en Lucca, Volterra, San Gimignano y Montepulciano para quien suba a la plaza alta. Claro que el público miraba aquello como si sólo fueran invenciones ingeniosas surgidas de las perversiones de Boccaccio o el infierno del Dante, no instrumentos brutales para infligir dolor. A veces un viejo grabado sí podía sacar al visitante de la sensación irreal de estar ante trucos made in Hollywood, y hasta se estremeciera imaginando el uso espantoso del 'tenedor de los herejes', 'los zapatos de púas', 'el embudo', 'las peras de desgarros anales', 'el trituracabezas', 'la cuna de Judas'. pero no se tarda en recuperar la sensación de un espectáculo de fantasía, como si se tratara del paseo de Mirbeau por 'El jardín de los suplicios', lejos de la realidad. Ese mecanismo de defensa, sin embargo, no se lo puede permitir nadie ante el informe de torturas de la CIA con Bush: «Sus interrogadores le rompieron los huesos a golpes, rebanaron sus genitales, vertieron líquido ardiendo en el pene.». Siglo XXI, en la frontera más avanzada del mundo.
 
De la literatura a la realidad se pasa rápido con el informe estupefaciente de 524 páginas -síntesis aprobada por el Senado sobre el original de 6.000, con mucho tachado- que desmorona el parapeto de los 'ojos que no ven, corazón que no siente'. Su lectura no admite la indiferencia. La guerra delirante de Bush no sólo se construyó sobre mentiras, sino sobre la lógica del 'eje del mal', una simplificación que justificaba no ya la cosificación del 'otro' sino su demonización, aval para emprender cualquier caza de brujas. Con esa mercadería intelectual barata, hubo carta blanca: violaciones de los prisioneros, agresiones tras decenas de horas sin dormir, hipotermias hasta la muerte, brutalidades anales, días en una caja ataúd, waterboarding... Aún asombra la cantidad de gente aparentemente civilizada con coartadas morales para eso. Obama al menos ha tenido la valentía de admitir su inutilidad, porque toda esa crueldad apenas dio resultados, pero su mea culpa diciendo 'ninguna nación es perfecta' suena más al Osgood cómico de 'Con faldas y a lo loco' que a contrición. Esas torturas -sí, salvaje, como lo es el Estado Islámico- entraña la renuncia a la autoridad moral. Igualarse a lo peor. La lectura, como decía un periodista veterano de varias guerras ante esas páginas, evoca 'la puta Edad Media'. Es un progreso al pasado. Claro que muchos, en lugar de mirarse en ese espejo, preferirán verlo como quien ve un museo de curiosidades en la Toscana".

Fuente: Diario SUR (diariosur.es)
Autor: Teodoro León Gross (El Mirador)



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