Resulta patético oír clamar a la derecha que una determinada fuerza política quiere destruir el sistema. Con la designación “sistema “, los conservadores se esconden detrás de la democracia, para que ningún partido de izquierdas pueda desmontar el aparato de poder que ellos han montado a costa de los más desfavorecidos: “El Sistema”.
En el sistema, los gobiernos derechistas están al servicio de los grandes empresarios (CEOE, IBEX 35). En el sistema que vivimos en España, con su efecto colateral de la explotación y la corrupción, hace falta recorrer todavía un largo camino, frente a un partido y un gobierno de derechas, elegido en las urnas por una mayoría de ciudadanos que vivieron 40 años de férrea dictadura y no han aprendido todavía los valores democráticos desde el 78 hasta nuestros días. Y cuando empiezan a aprender, viene Rajoy con una ley que parece copiada de la siniestra ley de orden público de 1959, en los tiempos de Franco, llamada cínicamente ley para la protección ciudadana, cuando, en realidad lo que se protege es el propio poder, se confieren demasiadas competencias a la policía y pueden imponerse horrendas multas de hasta 600.000 euros. Con ello, lo que pretende el Gobierno de Rajoy es acabar con el derecho constitucional a la libre expresión y la libertad de manifestación, considerada por los conservadores como una peligrosa arma contra sus intereses. Es juego sucio enmascarar esta ley como garantía del orden público, cuando hasta ahora el desorden mayor lo provoca la extrema derecha con toda su parafernalia fascista, mezclándose con los ciudadanos que se manifiestan pacíficamente. Hasta ahora, ningún presidente del Gobierno ha vivido tantas manifestaciones en su contra, como Rajoy, que se atreve a afirmar que “la crisis ya es historia” y que “estas Navidades van a ser las de la recuperación”, lo cual dice mucho de su política de falsas promesas, de disminución de las prestaciones sociales y complacencia con los ricos (alguno de los cuales, antiguas manos derechas de Rajoy, ya están en prisión preventiva).
¿Podemos? Mientras no adquiera la ciudadanía una mayor cultura política, arrancando de 1978, que debe ser sólo el comienzo hacia un perfeccionamiento de nuestro sistema democrático, mantendrán el poder embaucadores políticos.
Los auténticos demócratas son los que respetan y cumplen los derechos humanos, que son inalienables. Entonces sí que se puede constatar que podemos. Poder no es querer ni tampoco confundir a los ciudadanos con palabrería y utopías. Hemos de actuar con lo que hay y jugar enérgicamente, pero limpio, “fair play”, como dicen los anglosajones.
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