lunes, 1 de diciembre de 2014

Atalaya: ¿Adónde va el PP?

 

Malos tiempos para el presidente del (des)gobierno, Mariano Rajoy. Primero se le va (o ¿fue ido?) el ministro de Justicia, Gallardón, porque el gabinete, presidido por Rajoy, hace abortar la controvertida y absurda ley del aborto. Se veía demasiado la mano del sector más reaccionario del clero, lo cual provocó multitudinarias manifestaciones en contra del ministro, que afectaban al gobierno y a su partido, el PP. Lo que quizá nunca sepamos es si Gallardón dimitió o si fue dimitido. Lo mismo ocurre con la desafortunada ex ministra de Sanidad, con una serie de desatinos (tal vez ordenados “desde arriba”) tendentes a desmontar la Seguridad Social construida por el PSOE según el modelo alemán. Donde más se oye la piqueta es en la privatización de hospitales y clínicas públicos, que ha hecho salir a la calle hasta ahora a médicos, enfermeros (as), cuidadores y auxiliares de enfermeras. La bomba estalló cuando llegó a Madrid, afectando a una auxiliar, el virus Ébola, poniendo en patente evidencia la incompetencia de la ministra Mato para gestionar  la crisis, y aún más la del consejero de Sanidad de Madrid.

En un “todo revuelto”, en relación con la corrupción,  se sucedían los interrogatorios de destacados miembros del PP (entre ellos Ángel Acebes, ex secretario general del PP) y diversos hombres de confianza de Rajoy, un par de ellos en prisión  preventiva como Bárcenas, ex tesorero y mano derecha del presidente del Gobierno. Y siguen declarando otros hombres públicos, allegados a la cumbre del PP.
 
¿Y qué hacía el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy? Pues callar. El arma más segura del gallego Rajoy es el silencio. Y cuando por fin habla en el Congreso, hace oposición a la oposición o anuncia planes, de los cuales solamente salen todavía más machacados los indigentes y los parados. Y a eso lo llama “reforma laboral”. Ya veremos qué medidas van a elaborarse para el caso de que se repita un acontecimiento tan tremendo como el ébola. Preciso es decir que EE UU y Alemania extrajeron consecuencias de cómo en España se manejó la crisis del ébola y adoptaron algunas medidas debidas a la entrega total del personal médico y la enfermería del desmantelado (por la privatización de la Sanidad madrileña) Hospital Carlos III.

Mientras, el silencio de don Mariano, llamado por otros deberes más importantes, era audible hasta para la señora Merkel.

Por si era poco, el problema catalán pesa como una losa sobre los hombros de Rajoy, que, aparte de decir rotundamente que NO a las intenciones del presidente de la Generalitat de separarse del resto de España, no presentó un ya necesario modelo de  nación más acorde con el futuro, que ya ha comenzado.

¿Serán los de “Podemos” quienes cambiarán a España? En tal caso sería preferible (aunque poco menos que imposible) una coalición PSOE-Podemos, siempre que esta nueva formación política, de dudosa cuna, abandone extravagancias como el marxismo-leninismo, la brújula populista sudamericana y quimeras impracticables, como esa de que el capital esté al servicio del pueblo. La socialdemocracia aspira a la supresión de toda clase de explotación, en un régimen de pluralismo democrático: cooperación en  vez de confrontación. Todas las dictaduras son malas, incluidas  las que se llaman “populares”.

La sorpresa, mezclada con temor, de los dos grandes partidos PP y PSOE fue el éxito de “Podemos” en las europeas. Barómetros del CIS, (Centro de Investigaciones  Sociológicas) sitúan ya a “Podemos” como tercera fuerza política (detrás del PSOE y el PP). En la misma fuente no se descarta que supere al PSOE e incluso al PP. Estas oscuras perspectivas convierten en urgente la necesidad de un diálogo constructivo entre el PSOE y el PP, siempre que éste abandone actitudes ultraconservadoras, tenga más sensibilidad con los intereses de los trabajadores, sin romper sus vínculos vitales con la patronal, a la que hay que recordar su responsabilidad.
 
 

 

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