Artur Mas, que al parecer sufre una grave crisis de identidad por ser catalán y español al mismo tiempo, es ya la cabeza indiscutida de lo que radicales de izquierda y separatistas (ERC) vienen exigiendo con voz cada vez más alta y disonante desde antes de la transición a la democracia: la independencia de Cataluña, el antiguo apéndice del reino de Aragón desde los Reyes Católicos. Quizá Mas e Izquierda Republicana de Cataluña (ERC) estén soñando con una Cataluña unida y fuerte con la anexión de la Cataluña francesa. Pero no es plausible que Francia y los franceses catalanes estén por la labor. Así, una Cataluña separada de España sería un muñón de Estado aislado en una Europa que está en contra de los separatismos y aspira a la unidad.
La vicepresidenta de la Generalitat, Joana Ortega, ha anunciado que el Gobierno ya está trabajando en la elaboración de un censo alternativo al electoral, que depende del Estado, para poder convocar con garantías la consulta soberanista. También se trabaja en mecanismos que hagan posible la participación de los catalanes que vivan dentro y fuera de Cataluña.
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha dejado bien claro que España no tolerará jamás la separación de Cataluña del resto de España y la Comisión Europea ha afirmado que no admitirá a un “Estado catalán” en la UE. Dejemos a un lado argumentos ya manidos como que Cataluña vive del mercado español y que fuera de España sería un “mini estado”, menos que Andorra y menos que la Cataluña francesa, donde los catalanes franceses miran con recelo, incluso con cierto temor, las ansias independistas y expansionistas de la Cataluña española. Echemos un somero vistazo a lo que representa la nación histórica de Cataluña y su lugar en “las Españas”.
Artur Mas y sus huestes soberanistas recurren ahora a la demagogia “histórica”. Tienen recopilado un catálogo de los supuestos ultrajes recibidos desde la Edad Media, que falsean a su antojo. Uno de ellos es la sublevación catalana de 1.640 contra la política del valido de Felipe IV, Conde-Duque de Olivares, odiado en Cataluña, porque la estaba desangrando con un régimen de impuestos inhumano y, además, pretendía la uniformización jurídica de todos los territorios de España, plan con el que Cataluña no podía estar de acuerdo.
Sin embargo, por mucho que se empeñen muchos catalanes, la popularmente conocida como Guerra dels Segadors no fue jamás un alzamiento nacional. Los catalanes estaban simplemente hartos de los pillajes y desmanes de la soldadesca variopinta enviada por la Corona para luchar contra las tropas francesas de Richelieu que amenazaban el Rosellón que, por aquel entonces, pertenecía a España. Fue más bien un ajuste de cuentas de carácter social contra las clases dominantes en Cataluña: la burguesía y la aristocracia, que no tardó en sumir a Cataluña en el caos. Un caos en el que tanto las milicias como grupos de campesinos (en algunos casos capitaneados por elementos de dudosa reputación) protagonizaron episodios de extrema crueldad.
Desgraciadamente, este conflicto se complicó debido a la mala decisión de la Diputación, encabezada por Pau Clarís, que tuvo la desgraciada idea de aliarse con los franceses, llegando a proclamar Conde de Barcelona a Luis XIII de Francia. Un grave error, como se demostró más tarde. Con los franceses instalados en su territorio, esta mala decisión sumió a los catalanes en una guerra hispanofrancesa que duró diez años y que costó a la Corona la pérdida del Rosellón y parte la Cerdaña. En la Paz de los Pirineos, estos territorios pasaron a manos francesas por derecho de conquista, contraviniendo el deseo de los catalanes de volver a integrarse en España. A pesar de ello, Felipe IV demostró grandeza y el 11 de octubre de 1652 otorgó a Cataluña un perdón general.
Otro episodio que suele ser tergiversado por los nacionalistas es la guerra civil en el marco de la Guerra de Sucesión española (1700-1714) que se convirtió por las alianzas existentes entre diversos países en un conflicto europeo. Su origen fue la muerte sin descendencia de Carlos II, perteneciente a la Casa de Austria. Carlos II había nombrado heredero a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV, de la Casa de Borbón. El enfrentamiento se produjo entre sus partidarios y los del otro candidato al trono español: el archiduque Carlos de Austria. Mientras que la Corona de Aragón apoyó al archiduque Carlos, la Corona de Castilla se declaró partidaria de Felipe de Borbón. En 1704 el archiduque Carlos llegó a la península, proclamándose rey de España, siendo aceptado en 1705 por valencianos y catalanes y en 1706 por aragoneses.
En esta guerra, que duró 12 años (1701 – 1713) y en la que lucharon por una parte el bando francoespañol y, en la parte contraria a los Borbones, la Liga de La Haya, formada por Inglaterra, Holanda, Portugal y Saboya, Felipe V fue reconocido rey de España (previa renuncia a sus derechos al trono francés). Pero, una vez más, España fue la gran perdedora, pues tuvo que entregar a Austria los Países Bajos, Milán, Nápoles y Cerdeña. Gran Bretaña, a su vez, obtuvo Gibraltar y Menorca.
El Borbón Felipe V nunca perdonó a Cataluña que Barcelona hubiese proclamado rey de España al archiduque Carlos. Enfurecido, al finalizar la guerra europea , que continuó en Cataluña hasta que las tropas de Felipe V, el 11 de septiembre de 1714, entraron en Barcelona, que había sido sitiada y que resistió heroicamente los 13 meses de asedio. Felipe V no olvidó la afrenta e hizo pagar caro a Cataluña el haber proclamado rey, en 1705, a Carlos III en Barcelona. Entre otras pérdidas de privilegios, a partir de ahí, el castellano pasó a ser el idioma oficial, relegando el catalán a un segundo plano.
Pero España no tenía aliados en Europa y casi en ninguna parte. Para desgracia de todos, este fue el resultado de la desastrosa política de los degenerados Austrias. Más tarde serían los franceses Borbones, quienes desde el trono español barrerían para adentro.
Hasta la fecha, los catalanes en la vertiente francesa de los Pirineos, se sienten orgullosos de ser franceses además de catalanes. Con el deseo vehemente de independencia, ¿no expresan algunos catalanes desprecio por el resto de España? ¿Por qué no explica el señor Mas junto a sus amigos republicanos de izquierda, con toda la labia de la que es capaz, ese desprecio por España. ¿Ultrajes? ¿No comparte históricamente España, a la que pertenece Cataluña al igual que España pertenece a Cataluña, las mismas desdichas que sufrieron los catalanes?
Por mucho que se empeñen algunos, Cataluña nunca ha sido ni un reino ni un estado independiente. Está encuadrada en la Historia general de “Hispania”. Como a todos los demás territorios de nuestra península, la ocuparon los godos y los árabes y, siglos antes, los fenicios, los iberos, los griegos y los romanos.
Cataluña fue también víctima de sus propios errores (excluyendo el terror que ejerció Franco sobre los catalanes y su lengua). Fue un error aliarse con Luís XIII y, más tarde, con los carlistas, proclamando rey de España a Don Carlos, en contra de Felipe V.
Señor Mas: ¿Independizarse de qué? ¿No es, lo que usted y ERC hacen, otra equivocación que perjudica a la auténtica Cataluña bilingüe y bicultural dentro de un espacio más grande, que con el transcurso de los siglos dejó de ser las Españas, para convertirse en una unidad en la variedad de sus autonomías?
En las condiciones actuales, un referéndum sobre la Independencia de Cataluña sería no sólo nulo, sino ilegal, anticonstitucional. Sería deseable que los catalanes en la proyectada consulta soberanista se hicieran independientes de sus actuales dirigentes y sus complejos. La realidad que no pueden asumir es que son españoles catalanes, como sus hermanos en Francia son franceses catalanes. ¿Para qué marear más la perdiz, con la que está cayendo?
Artur Mas lo que le pasa es que le gustaría ser le primer presidente de una Cataluña independiente,
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