El PP es obra del ex ministro del anterior régimen, Fraga, alto jerarca de la Falange, que comprendió la urgente necesidad de reciclar a los franquistas en demócratas. Washington y la entonces Comunidad Europea así lo querían. Otros años más de dictadura habrían conducido a España una vez más al aislamiento y la ruina. La CE, como hoy la Unión Europea, no tolera dictaduras en su seno. España necesitaba ineludiblemente la democratización.
No nos engañemos más. Franco tumbó a la democracia con un golpe de Estado. El PP define su manera de concebir la democracia apoyado en su mayoría parlamentaria, que le permite hacer cuantas leyes quiera sin consenso y aunque éstas perjudiquen al conjunto de la sociedad, excluidos los ricos.
No nos engañemos: queramos o no queramos el Caudillo no hubiese aguantado casi 40 años en el Pardo, desde donde dominaba a toda España, sin la traición a la España democrática por parte de las democracias occidentales y si una mayoría de los españoles no hubiese estado conforme, asustada o resignada con el dictador y su régimen. Ni Rajoy ni el PP desean “la memoria histórica”, por eso el PP aún no ha condenado ni condenará el franquismo. Como tampoco lo hará la Iglesia nacionalcatólica española, aliada del Partido Popular.
El PP no ha roto después de 30 años de democracia sus afinidades ideológicas con el régimen anterior. Los “demócratas de toda la vida” hacen leyes que en algunos puntos superan a las represivas del franquismo, como la Ley para la Protección de la Seguridad Ciudadana, del ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. ¿Aguardará en algún rincón de esta ley la posibilidad de volver a crear el temido y odiado TOP, Tribunal de Orden Público, que permitía entre otras cosas encarcelar a ciudadanos por decir en público su opinión sobre Franco y su totalitario régimen? Como ya informamos, la ley, además, persigue acabar con el también constitucional derecho a la huelga. Pero en realidad es una ley para proteger a Mariano Rajoy ante las protestas ciudadanas por su gestión, cuajada de mentiras, y para proteger a los grandes empresarios (CEOE), que con el PP viven en el paraíso.
El PSOE ha manifestado su intención de llevar la “ley de la mordaza” al Tribunal Constitucional. Será sólo un gesto para demostrar su disidencia con la ley y con Rajoy, que está detrás de todos estos desaguisados. Lo que si tiene que hacer el PSOE es fortalecer sus defensas y ganarse a la gente de la calle. El partido socialista tiene que renunciar a palabras hueras y recuperar la confianza de esos millones de votantes del PSOE, que en su despecho por la torpeza de Zapatero votaron al partido que no es. Puede uno imaginarse que más de un votante de izquierda o de centro se estará dando de bofetadas por su absurda decisión. Con su pan se lo coman. El PSOE tiene dos años para renovarse y tener preparado un discurso y una praxis que lleguen al conjunto de la sociedad, harta ya de tanto desaguisado político, de la tendencia cada vez más a la ultraderecha y al neocapitalismo, de Rajoy y sus correligionarios. Si el PSOE no se moviliza para ganarse a la mayoría de los ciudadanos, el PP echará profundas raíces ultraconservadoras y transformará al sistema democrático en una “democracia orgánica”.
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