El pasado fin de semana
abdicó el rey de los belgas, Alberto II (79), después de 20 años de ser
monarca. El rey belga adujo motivos de
edad y delicado estado de salud. Asume la corona el príncipe Felipe de Sajonia-Coburgo, duque de Brabante, que fue entronizado ayer en una sencilla ceremonia. El rey Alberto, en un breve discurso, le pidió
encarecidamente que velase por la cohesión de Bélgica, por su democracia y que
esté al servicio de los ciudadanos.
Bélgica es un país
diverso, difícil de gobernar. En Bélgica, en la región de Flandes, se habla
neerlandés, un 35% habla francés (en el oeste)
y un 1% son germanófonos (en la comunidad alemana, al este del país).
Quizá esta diversidad étnica y lingüística, en una sola nación, haya sido el
motivo de que se eligiera a Bruselas como capital de la Unión Europea. La
convivencia en Bélgica es por lo general buena, aunque no hace mucho tiempo
veíamos peloteras en el parlamento o en los ayuntamientos para defender cada
grupo sus intereses. El secreto de la existencia de Bélgica es que todo belga,
sea del grupo étnico que sea, se siente en primer lugar ciudadano de Bélgica.
¡Si se pudiese conseguir
en España lo mismo! Aquí, el sucesor del
Rey Juan Carlos, su hijo, el príncipe Felipe, va a tener que bregar mucho para
conseguir lo que Alberto II encarga a su sucesor, Felipe. En España, una
mayoría de los ciudadanos ve en el Rey Juan Carlos la garantía de la democracia
(parlamentaria) y de la unidad de España, con respeto a las diferentes regiones
que la componen. Son también mayoría los que, aunque deseen una república (arma
de dos filos, que fácilmente puede caer en manos de la ultraderecha) estiman que el Príncipe Felipe está muy bien
preparado para representar la corona democrática y hacer frente a los
obstáculos que pudiesen presentarse. Pero el pueblo español, en su mayoría, no
tiene prisa por que abdique Juan Carlos, que es toda una institución en España
y en el Extranjero. Pero la edad y la
salud del monarca también tienen sus límites.
En los últimos tiempos,
no sólo en actos oficiales, observo una desacostumbrada seriedad en el
rostro del Príncipe de Asturias. Tal vez
se esté preparando para la gran responsabilidad
que se le vendrá encima.
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