Acompañado por los
ministros de asuntos exteriores de la democracia, el Rey Juan Carlos
visitará el 15 de julio, por tres días,
al monarca alauí, Mohammed VI. Se trata de la primera visita oficial del Rey
después de su última operación.
La visita, que en la
prensa obtiene un rango especial (no en último lugar por la numerosa comitiva
española), podría interpretarse como demostración de la capacidad del monarca
(76) para seguir representando a España y también como señal de amistad con Marruecos
en unos momentos en que acentúa sus actividades el llamado Comité de Liberación
de Ceuta y Melilla.
A España le ha tocado un
vecino difícil, pero en todas las cancillerías occidentales se alaba la
estabilidad del monarca alauí, que mantiene a raya a los islamistas yihadistas.
Tendría graves consecuencias, en primer lugar para España, si en Marruecos se produjera una
desestabilización como en Libia, Siria y Egipto, donde es el propio pueblo
quien sale a la calle para rechazar cualquier atisbo de estado teocrático.
Hasta ahora, el pueblo marroquí puede estar tranquilo (aunque se han producido
ya, en fechas no lejanas, algunos atentados por parte de los terroristas
islámicos. Pero el apoyo que recibe Rabat contra los “guerreros santos”
(yihadistas), no puede respaldar las injustificadas reivindicaciones
territoriales, como es el caso del Sahara Occidental en perjuicio de los
saharauis. En el Sahara (antigua colonia española), los gobiernos españoles
eluden su responsabilidad moral. De una parte, no se suman de hecho a la
celebración de un referéndum, auspiciado por
la ONU y rechazado por Rabat, y de otra ayudan humanitariamente a los
oprimidos saharauis, que hablan español desde pequeñitos. Todos los veranos son
invitados a España a niños saharauis
para que pasen sus vacaciones con familias españolas.
En fin, ya veremos lo que
sale en concreto de esta visita del Rey con su “multitudinaria” corte. Sobe
todo, se esperan sustanciosos negocios en el marco del proceso de modernización
de Marruecos.
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