Hubo alguien que dijo que los pasos de cebra estaban para que los automovilistas apuntaran mejor al peatón y lo pudiesen cazar con éxito.
Hay automovilistas que se transforman cuando se sientan al volante. Personas agradables, educadas y tímidas se convierten en seres desagradables, mal educados y agresivos. La velocidad aumenta su nivel de adrenalina y acelera su libido, estimula su autoestima y les hace sentirse únicos en la calle o en la carretera. Los motoristas se estimulan además sexualmente con el ruido del potente motor de su moto. Para esta clase de automovilistas, que no son privativos de ningún país, sino una especie muy corriente en la Unión Europea, el semáforo o el paso de cebras, de peatones, son enojosos obstáculos para su autorrealización, que procuran saltarse como si no fuese con ellos. El peatón es a sus ojos un ser inferior que se traslada por sus pies y que, en realidad, no tendría derecho a utilizar la vía pública, a no ser que lo haga por las aceras. Pero ocurre que en nuestro camino como peatones hemos de cruzar fracuentemente a la otra acera, y aquí viene la lucha entre el automovilista por su autoestima y el peatón por su supervivencia.
En la parisina Plaza de la Concordia, cruzar de una acera a otra por los pasos de cebra es una empresa de héroes. Los coches pasan raudos, casi rozándonos y encima nos dan bocinazos. Un amigo parisino me explicó cómo había que cruzar sin morir en el intento. Lo pimero, respirar hondo y concentrarse. Entonces, sin titubear pisar el paso de peatones y avanzar por él estólido, como si estuviese uno solo en el mundo. No mirar ni a derecha ni a la izquierda, siempre con la vista al frente. Caminar como un autómata, sin desviarse ni un centímetro de su camino. Los automovilistas veían a los peatones y los sorteaban en el último momento, con toda la seguridad. Si te mueves, si titubeas -me dijo mi amigo-al automovilista no sabe a qué atenerse y te atropella. En España, he ensayado este consejo y no me ha servido de nada: sólo para que por poco me machaque uno de esos energúmenos motorizados. ¿Es que los franceses son mejores conductores que los españoles? Lo dudo. Nuestros automovilistas sólo tienen que practicar el arte de respetar los pasos de cebra. Pero sin ayuda de la policía local (que tendría que estar más presente, lo mismo que está en todas partes para multar a coches mal aparcados) lo veo muy oscuro.
Es muy cierto en muchos países los pasos de cebra parecen adornos sin valor alguno. Supongo que solo servirán para lograr una mayor indemnización en caso de ser atropellado. Por mi experiencia el peor lugar para ser peatón y cruzar un paso de cebra es sin lugar a dudas, Roma.
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