martes, 20 de octubre de 2009

Los toros: la estética de la muerte

Nuestros lejanos antepasados, los iberos, tenían como totem al aurochs, de donde proviene el toro. El aurochs era venerado como una deidad y después matado en una solemne ceremonia. Los iberos veían en el aurochs la representación de la vitalidad, de la fuerza, de la sexualidad, y un enemigo, que encarnaba peligro; era un enemigo al que habia que eliminar. Casi tres mil años más tarde sigue viva en España la visión ibérica del toro. En España se ama y se odia al toro, el envidiado animal que representa la energía, la libertad, la potencia sexual (sus genitales son admirados y envidiados en un país donde los testículos (los cojones) son sinónimos de fuerza y de valor. Se odia al toro por miedo y por envidia. En una ceremonia absurda y brutal se sacrifica a estas reses, justificando el sacrificio con argumentos estéticos y artísiticos, sólo conocidos por los iniciados.

La Iglesia, tan enérgica en su defensa de la vida, admite tácitamente las corridas de toros. No en vano la ceremonia está rodeada de elementos religiosos. Una gra mayoría de los aficionados a los toros son católicos practicantes. La "capilla"del torero está llena de emblemas católicos: multitud de esstampitas de la virgen, con la virgen "preferida" en un altarcillo alumbrado por una profusión de velas, cristos y demás parafernalia pagano-religiosa. El torero, antes de salir al ruedo, se santigua, encomendándose a "Dios" en esta lucha que va a librar contra el mal. Los aficionados a los toros afirman que el animal no sufre -por lo visto ellos han sido alguna vez en su vida toros y hablan por experiencia. Por lo visto, el toro se lo pasa en grande siendo lanceado, abanderillado y por último, degollado. Otro argumento reza que es más noble morir luchando que en un matadero, como si el toro supiese distinguir entre lo noble y lo innoble. La Iglesia calla porque tiene muchos clientes entre los auténticos aficionados. No importa que estén en juego dos vidas: la del torero y la del toro. ¿No es un espectáculo infernal y obsceno que un hombre arriesgue su vida o su integridad física para satisfacer a una masa enardecida, fanática, sedienta de sangre? Otros afirman que sin las corridas se extinguiría la especie taurina, dado el alto costo de su crianza. Lo que se extinguiría serían los pingües negocios de los ganaderos, de los intermediarios, de los apoderados y de toda la fauna de chupópteros que rodean al "matador".

Los socialistas deberían ser los primeros en exigir que se prohíban las corridas cruentas de toros, haciendo causa común con los defensores de los animales y con los ecologistas. Por mucho que se empeñen los aficionados, los toros no son un espectáculo estético, son una glorificación del derramamiento de sangre (a poder ser a pleno sol); son la estética de la muerte, según la filosofía de Ernst Jünger.

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