Los primeros emigrantes españoles que llegaron a Alemania, lo pasaron muy mal. La mayoría era casi analfabeta y se encontraron con un país desarrollado, con gente altiva que despreciaba a los emigrantes y con una lengua muy difícil, una auténtica barrera tras de la que se escudaban los alemanes en su soberbia y que, junto a las miserables circunstancias en que vivían los españoles- en barracones próximos a las fábricas- contribuía a reducir a cero la autoestima del emigrante español. Pero las cosas cambiaron bastante en un par de años. Con la reagrupación familiar, el emigrante español fue recobrando la seguridad en sí mismo. Los hijos pronto aprendieron el alemán y servían de intérpretes a los padres en los trámites con las temidas autoridades alemanas. El intérprete de las empresas jugó un esencial papel en la emigración española. Además de traducir, tenía muchas veces que hacer de asistente social.
El régimen franquista acogió con alegría la decisión de los obispos españoles (en cooperación con los alemanes) de enviar misioneros a Alemania, donde entretanto vivían ya más de 400.000 españoles. Pero grande fue la decepción de la Embajada de Franco y del régimen cuando se puso de manifiesto que los "misioneros" no eran nacionalcatólicos, sino más bien de izquierdas, partidarios de la teología de la liberación. Las misiones católicas españolas, que se fundaron, estaban en estrecho contacto con los partidos PCE y PSOE, prohibidos en España. Fue una colaboración fructífera, que se tradujo en la fundación de numerosos centros culturales españoles, donde, además del entretenimiento, se enseñaba política al emigrante. También los sindicatos alemanes, que defendían a los emigrantes, aportaron una gran colaboración para la formación sindical de los españoles, que sólo habían conocido la farsa de los llamados sindicatos verticales. Poco a poco fue surgiendo entre los españoles el llamado movimiento asociativo, que llegó a organizarse a nivel federal en la Coordinadora Federal del Movimiento Asociativo, que abarcaba a los centros y a las asociaciones de padres, que luchaban por los intereses de sus hijos tanto en la enseñanza en alemán como en las clases complementarias en español. El alma de la Coordinadora era el asistente social Ramón Tiscar.
En noviembre de 1964, a instancias del Gobierno federal, la radiodifusión alemana (ARD) comenzó a transmitir programas para los extranjeros en su lengua materna. Fui durante 35 años, hasta el cierre de los programas en 2001, director y redactor-jefe del programa español que se retransmitía desde Radio Baviera (Munich). La radio contribuyó también esencialmente a la organización e integración de los españoles en Alemania. No sólo informaba sobre el acontecer en la España de Franco, sino que mantenía en contacto, unos con otros, a los diversos centros y asociaciones, emitiendo sus comunicados. Había asimismo un espacio dedicado a informar a los oyentes de los actos políticos, sociales y culturales programados por y para los propios españoles.
Puede decirse que, entretanto, el temido mito alemán había desaparecido de la cabeza de la mayoría de los emigrantes españoles, siendo completa la equiparación como conciudadanos al ingresar España en la Comunidad Europea (hoy, Unión Europea) , una vez acabada la dictadura. Después de la muerte de Franco y durante la transición, la mayoría de los españoles regresó a España. En muchos casos volvieron con ellos sus hijos (hijas), que con su biculturalismo y bilingüísmo hallarían después buenas colocaciones como traductores e intérpretes en empresas hispanoalemanas o españolas de exportación. En Alemania residen unos 130.000 españoles que han fundado una familia allí (hay muchos matrimonios mixtos hispanoalemanes) y los abuelos no quieren separarse de sus nietos. Los españoles que van hoy a Alemania no necesitan proteger su autoestima. Suelen ser universitarios, profesores, ingenieros o especialistas en informática.
En Alemania también golpea la crisis, aunque el país siga siendo la locomotora de Europa, una locomotora, sin embargo, que va perdiendo vapor. Como en España, los políticos no parecen estar a la altura de las circunstancias en un país con más del 4% de parados, bolsas de miseria (especialmente en el Este de Alemania) y numerosas familias que viven en el umbral de la pobreza. Entre los alemanes empieza a cundir lo que llaman "Potikverdrossenheit" (hastío de la política) y los políticos, en su totalidad no están bien vistos: se les echa en cara sus buenos ingresos y sus privilegios. Crece el abstencionismo, lo cual es fatal para el sistema democrático. Estas líneas le parecerán conocidas al lector español, y es que en todas partes cuecen habas, aunque en algunas a calderadas,
Alemania es hoy un país como cualquier otro en Europa. En la costa mediterránea española viven centenares de millares de alemanes: no sólo jubilados, sino artesanos, ingenieros o médicos. Tienen su propio periódico, "Costablanca-Nachrichten" ("Noticias de Costablanca", hay otras ediciones para Mallorca y Costa del Sol) en el que son informados de los asuntos de su país de residencia, así como de la situación en Alemania. No existe ya el mito alemán.
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