Pocos meses después de las Elecciones Europeas, en las que irrumpieron como un ciclón en el panorama político de nuestro país, ya están en boca de todos por algo a los que a “ellos” se les llenaba la boca en denunciar: las corruptelas. Con “ellos” me refiero a los chicos de Podemos, a los que cortan el bacalao dentro de esa formación heterogénea, convertida desde hace poco más de una semana en partido político “de verdad”.
No han pasado muchas lunas desde que empezamos a oír la palabra “casta”, repetida hasta la saciedad por Pablo Iglesias & Co. en las tertulias de su mayor promotora, la cadena de televisión La Sexta. Pero ni tan siquiera en eso son originales. Conozco ese vocablo desde finales del 69, cuando ingresé en las juventudes socialistas del SPD alemán, los “Jusos”, que solían usarlo cuando se referían a los políticos del “establishment” como "die politische Kaste" (las casta política). El término fue “desempolvado” en 2007 por los periodistas italianos Gian Antonio Stella y Sergio Rizzo en su libro “La casta”. Esos dos magníficos periodistas de investigación dedicaron años de trabajo a observar a la clase política italiana y llegaron a la conclusión de que se trataba de una nueva “casta” que, en lugar de servir a los electores, gracias a cuyo voto habían alcanzado la posición que tenían, abusaba de los privilegios que les concedía el poder para pegarse la vida padre a costa del sufrido contribuyente. Y, en 2009, otro periodista de investigación, esta vez el español Daniel Montero, publicó en la editorial La Esfera de los Libros la obra “La casta”. “El increíble chollo de ser político en España. Derroches, comilonas, regalos y privilegios inconfesables”. Ya por aquel entonces, Montero tildaba –transversalmente, sin distingo de siglas– a los políticos de “nueva aristocracia” y pintaba a gran parte de ellos, como seres corruptos y amorales que defienden con uñas y dientes sus prebendas. Unas prebendas conseguidas a menudo sin haber dado jamás un palo al agua fuera del partido, donde habían ido ascendiendo sólo por el mero hecho de haber hecho bien la pelota al político mandamás de turno.
Los ideólogos de Podemos se han formado en su gran mayoría en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid y seguramente han participado en muchos seminarios de “comunicación política”. No sería pues de extrañar que hubiesen leído los libros que menciono. Suyo es el mérito sin embargo de haberse dado cuenta del enorme potencial de la palabreja. Sin tener que inventar nada, ese “slogan” que tan machaconamente repiten, ha calado en gran parte de la población, que no para de balarlo.
Crecido al abrigo de twitter (donde en la actualidad cuenta con más de 400.000 seguidores) y heredero del 15-M, nacido del descontento general de la población con la clase política, Podemos es la corriente ciudadana más relevante de las últimas décadas. Un movimiento que sorprendió a todo el mundo al conseguir 5 escaños en las elecciones a la Eurocámara del pasado 25 de mayo . Un resultado con el que los responsables de su campaña electoral, diseñada por falta de medios especialmente para los usuarios de las redes sociales, jamás habían soñado. Podemos se presentó entonces con Pablo Iglesias como cabeza de lista. Para aprovechar su tirón mediático (desde 2013, el polémico Iglesias no paraba de aparecer como tertuliano en programas como “El gato al agua”, “Las mañanas de La 4” o “La Sexta Noche”), las papeletas electorales de la formación política –que recibió muchas críticas de los puristas– llevaban la foto de Pablito. Recordaban a las estampitas religiosas y, casualmente, se correspondían de alguna manera con el apodo que empezaban a dedicarle medios de comunicación poco afines: “el Mesías”. Sin embargo, los resultados dieron la razón a los estrategas de Podemos. En esa ocasión, la gente no votó la declaración de principios, utópica y maximalista, de Podemos, que la mayoría desconocía (aunque se puede leer en internet) y que se parece más a una carta a los Reyes Magos que a un programa electoral, sino que utilizó las elecciones al Parlamento Europeo para votar "a ese que sale en la tele", como señal de protesta y para dar un toque de atención a nuestros políticos.
Pero, a medida que Podemos va tomando forma como partido, se ponen cada vez más de manifiesto sus contradicciones. Así, en la reciente asamblea fundacional de Podemos, él núcleo duro consiguió "cepillarse" al eurodiputado Pablo Echenique, que planteaba una mayor apertura al pluralismo. Echenique fue muy crítico y expresó su disconformidad con el sistema de elección mayoritario que, según él, anulaba todo tipo de competencia. Finalmente, retiró su candidatura al Consejo de “Podemos”, imponiéndose la lista de Pablo Iglesias que se convirtió de esta manera, casi por aclamación, en el “líder máximo” del partido. Algo que recuerda fatalmente a ese culto a la persona que suele darse en algunas instituciones elegidas de forma vertical.
Sin embargo, la semana horribilis para Podemos apenas había comenzado su andadura. La catástrofe empezó el 16 de noviembre con la entrevista de Ana Pastor, que “se merendó” a Pablo Iglesias en su espacio de La Sexta, “El Objetivo”. Al día siguiente, Pablo tampoco salió muy bien parado de su duelo con Pepa Bueno, en el programa “Cara a cara” de la Cadena SER. Cierto es que las respuestas que P.I. había dado con anterioridad a Jordi Évole en "Salvados" no habían sido tampoco muy satisfactorias, por no decir que rezumaban vaguedad.
Pero lo peor estaba por venir. En el curso de la pasada semana, Podemos ha tenido que enfrentarse a graves acusaciones. En primer lugar, la productora audiovisual de Pablo Iglesias, camuflada supuestamente en asociación sin ánimo de lucro, que está ahora siendo investigada por Hacienda. Después, el “affaire Orrejón”, un supuesto caso de amiguismo en torno a una beca de 1825 euros mensuales de la Universidad de Málaga, que acaba de abrir un expediente para denunciar los hechos y cuyo oscuro origen también rastrea la Junta de Andalucía.
Para acabarlo de arreglar, ese pasillo de comedia con Telecinco. Como seguramente sabrán, el canal había anunciado a bombo y platillo una entrevista con Pablo Iglesias, que debía emitirse anteayer en el espacio “Un tiempo nuevo” que presenta Sandra Barneda. Probablemente, ante el temor de fracasar como en sus dos últimas entrevistas y más teniendo en cuenta que “los marrones” de la productora y de la beca de Orrejón iban a ser seguramente temas centrales del “interrogatorio de tercer grado” al que iban a someterle los periodistas invitados, el señor Iglesias no se lo pensó dos veces y canceló su participación en el programa, no sin antes presentar una contrapropuesta: su presencia en "Un tiempo nuevo", vía plasma y sin preguntas (como Rajoy), en torno a un monotema sobre el nuevo programa que está elaborando Podemos. Después, se descolgó con la gloriosa idea de que serían “los cinco magníficos” (así se denomina irónicamente al grupo dirigente formado por Pablo Iglesias sus principales colaboradores Errejón, Monedero, Bescansa y Alegre) los que se enfrentarían a los contertulios. Como era de esperar, Telecinco se negó en redondo a plegarse a las exigencias de Pablo Iglesias por considerar que éste “había roto el pacto”. La prensa de derechas, al acecho como perro de presa para morderle la pantorrilla a Podemos al menor descuido, se frotó las manos. Ya tenía –esta vez con toda la razón– otro jugoso tema para meterse con ellos.
Hasta hace casi dos minutos, los dirigentes de Podemos no tenían pelos en la lengua a la hora de juzgar a los políticos y sus partidos, a la corrupción, a los Bancos, a las multinacionales, etc., etc., prometiendo cambios en la Economía y la Política, muchos de ellos rayanos en la ciencia-ficción. Es posible que no se hubiesen dado todavía cuenta de que ellos, por el simple hecho de la intención de voto publicada recientemente por el CIS (ahora cito al periodista Carmelo Encinas), “habían dejado ya de jugar en la Liga Regional para convertirse en un equipo de Primera División”, pasando así, de golpe y porrazo, a formar también parte de esa clase política tan denostada, con la que ellos supuestamente no se identificaban, la partitocracia o “casta”. De momento, lo único que hemos podido constatar de Podemos es que, después de haber casi fagocitado a IU, en su nuevo giro hacia el centro para comerle también toda la merienda al PSOE, parece que ya empieza a pegársele eso de “Donde dije digo, digo Diego”.
Podemos ha sido implacable y ha puesto el listón muy alto a la hora de juzgar la corrupción y las mentiras en el mundo de la política, cosa que me parece muy bien porque la ciudadanía ya está harta de tanta gentuza y de tanto mamoneo. Pero, como decía un periodista este fin de semana en una tertulia: “Con estos escándalos, Podemos ha perdido la virginidad”. No se me ocurre otra cosa que recurrir al dicho alemán: “Wer im Glashaus sitzt, sollte nicht mit Steinen werfen“, literalmente en castellano: “quien está sentado en un invernadero (casa de cristal), no debería ponerse a lanzar piedras” y que no quiere decir otra cosa que “no juzguéis, si no queréis ser juzgados”.
Actualmente los “cerebros virginales” de Podemos están trabajando febrilmente en adecuar las propuestas de su programa (ese “Alicia en el país de las maravillas” con el que concurrieron a las Europeas) al mundo real. Parece que “la parida” se llamará “Plan de rescate ciudadano” y puede que pronto sepamos cómo se come el invento. Aunque a mí, lo que realmente me interesaría es que me aclarasen con sinceridad, con la mano en el pecho, cómo piensan crear empleo y de dónde van a sacar el dinero, de seguir persistiendo en ideas tan peregrinas como esa de la renta básica, entre otras. Y que conste que pregunto no por mí, sino por las generaciones venideras, esas que, de seguir así las cosas, parece que lo van a tener crudo. Pero, en primer lugar, por esa gente joven, sin trabajo, ilusionada con el proyecto de Podemos, al que, en su desesperación ante un futuro más que incierto, se agarran como a un clavo ardiendo y que no merece ser decepcionada.
Qué me perdonen Pablo Iglesias y sus muchachos por ser tan suspicaz, pero soy perra demasiado vieja para que alguien consiga a estas alturas hacerme comulgar con ruedas de molino. Me remito a una cita de nuestro sabio refranero: “Quien mucho ofrece, poco da” y, mucho menos, cuando el dinero escasea.
Margarita Rey
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