Desde primeras horas de la mañana de ayer, todas las cadenas de radio y televisión se hicieron eco y nos informaron hasta el empacho de todos los detalles de la vida y de los acontecimientos posteriores al fallecimiento de doña Cayetana Fitz-James Stuart, XVIII Duquesa de Alba. Doña Cayetana (28 de marzo 1926 – 20 de noviembre 2014) había entrado en el libro Guinness de los Récords por ser la aristócrata en poseer más títulos nobiliarios del mundo. Pero aquí en España se la conocía sobre todo por los ríos de tinta que siempre han corrido sobre su vida en la prensa rosa, que no voy a repetir aquí.
Mientras escribo estas líneas, La Noche en 24 Horas da la noticia de que la capilla ardiente en el Salón Colón del Ayuntamiento de Sevilla ha cerrado sus puertas a las 23 (en lugar de a las 22) horas debido a la gran afluencia de público. La han visitado unas 75.000 personas. Por la mañana volverá a abrir dos horas, de 9:00 a 11:00 para que aquellos que no hayan podido despedirse de ella ayer, puedan todavía hacerlo antes del funeral, que tendrá lugar hacia las 12:00 horas en la Catedral de Sevilla.
Sin embargo, por mucho que los sevillanos hayan sentido la muerte de la duquesa, tampoco hay que olvidar que no es oro todo lo que reluce. Aunque apenas se ha hablado hoy de ello, creo que también sería justo recordar en estos tiempos de crisis que la Casa de Alba es el tercer terrateniente de España, lo que le proporciona, sin mover ni un dedo, pingües beneficios.
Se calcula que los Alba poseen 34.000 Ha. de tierras y una de las tres primeras perceptoras de las ayudas comunitarias PAC (Política Agraria Común) que, como tantos otros terratenientes que reciben de la misma forma injusta esas subvenciones, se ha embolsado sin crear apenas puestos de trabajo, lo que le ha valido las críticas del sindicato trabajadores del campo que ha protestado más de una vez porque las ayudas europeas no les revertían directamente. Esas ayudas, sufragadas con el dinero de los contribuyentes europeos, se pagan por extensión de terreno y no por producción (o sea, al margen de que se exploten o no) y representan casi la mitad del presupuesto de la UE para la agricultura. Sus beneficiarios son un reducido número de empresas que pertenecen mayormente a conocidos millonarios o a nobles de rancio abolengo, como los Windsor o los Alba, que tienen sus tierras sin trabajar y a los que se conoce como "los millonarios de la PAC". En el caso de los Alba, se habla de 3.000.000 de euros al año. Jordi Évole entrevistó hace 3 años para “Salvados” al hijo de la Duquesa, Cayetano Martínez de Irujo, cuyas polémicas declaraciones levantaron por aquel entonces tantas ampollas que tuvo que matizarlas inmediatamente después de la emisión del programa.
Pero dejémoslo aquí porque quizás no sea esta precisamente la mejor ocasión de explayarse sobre un asunto tan controvertido. En este triste momento, prefiero recordar las facetas que más me gustaban de Cayetana de Alba. Como su vena filantrópica, que se materializaba en ese afán de ayudar al prójimo a través de obras benéficas. Las más conocidas y propias de personas de su clase (rastrillos y otras obras caritativas) y las privadas y desconocidas por el gran público (desde su más tierna juventud había ayudado a innumerables personas y familias desfavorecidas de forma más que discreta, sin hacer jamás alarde de ello). O su rebeldía, que la había convertido en una rara avis en el panorama femenino de su época, cuando lo que se esperaba de las representantes del mal llamado sexo débil –aunque fuesen de rancio abolengo– era que fuesen “modositas”, decorativas y ocupasen un segundo plano en la vida pública, dejando el protagonismo a los machos alfa para su mayor lucimiento. Sin olvidar esa fortaleza y ese amor a la libertad, que hicieron que viviese siempre su vida a su manera, “poniéndose el mundo por montera”, importándole un bledo la opinión de la gente. Algo que, por supuesto, es mucho más fácil cuando se tiene el respaldo de una fortuna de unos 3000 millones de euros.
El funeral de la Duquesa se celebrará hoy en la Catedral de Sevilla. Después de la incineración, por expreso deseo de la finada, sus cenizas descansarán en una capillita lateral de la iglesia del Valle, sede de la de la Hermandad del Cristo de los Gitanos, de la que ella era benefactora y a la que se sentía muy unida. El epitafio que Cayetana eligió ella misma para su tumba reza: "Aquí yace Cayetana, que vivió como sintió". Descanse en paz.
Margarita Rey
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