Casi simultáneamente con la crisis parece como si aumentara el número de delitos o crímenes de nacionales o internacionales. En España apenas pasa una semana sin que las noticias o informativos nos relaten de niños (o niñas) maltratados e incluso asesinados por sus padres. Malos tratos a las esposas por parte de sus maridos (también aquí puede producirse el asesinato de la mujer), robos de bolsos con el tirón o robos de carteras. Recientemente, la policía detuvo en el Metro madrileño a un grupo de jóvenes rumanas carteristas. Pocos días después, las carteristas rumanas ya estaban de nuevo en el Metro, ejerciendo su oficio y volvieron a ser detenidas. La policía española, que pertenece a las más eficientes de Europa, se queja de lo benignos que pueden mostrarse los jueces, sobre todo cuando se trata de menores de edad (pero mayores para delinquir).
En el grupo de delincuentes extranjeros en España pueden incluirse extranjeros de la UE. Existe una convención de las Naciones Unidas contra la delincuencia transnacional que pareen desconocer los países de la Unión Europea, que está llamada a redactar normas contra la criminalidad internacional. Parece que es desconocida por Bruselas.
Los países más cotizados por las mafias que manejan el comercio con los extranjeros y las extrajeras, son España e Italia. No todos los africanos que se cortan manos y piernas en la valla-alambrada de contención entre Marruecos y Melilla (territorio español) quieren quedarse en España, y menos con la crisis. España es para ellos sólo un trampolín. Nuestro país pertenece al tratado de Schengen para la libre circulación en la Europa, en especial Alemania, que ya ha adoptado sus propias medidas, que perjudican también a los españoles.
La semana pasada, el parlamento alemán aprobó un decreto según el cual tendrá que abandonar Alemania todo extranjero (también de la UE, con los innumerables rumanos y búlgaros que han inundado Alemania en los últimos tiempos en el punto de mira), que en un plazo de cuatro meses no haya encontrado un puesto de trabajo. A raíz de esta resolución de la señora Merkel, parece que la Comisión Europea va despertando de su soñarrera y quiere ocuparse de este amenazador asunto. Quizá así, España e Italia vean aliviados sus dramáticos problemas con las avalanchas de africanos que arriban en trágicas condiciones físicas y psíquicas a las costas de ambos países, si no perecen durante la travesía en cochambrosos barcos e inestables pateras, vendidos por los desalmados mafiosos a los pobres emigrantes a precio de oro.
En vez de criticar, la Unión Europea debe esforzarse menos por los bancos y el capital y dedicar más atención a un fenómeno que irá creciendo durante el siglo XXI. En cuanto a Hispanoamérica, España puede ayudar mucho, dadas las buenas relaciones entre Madrid y el continente latinoamericano. España también tiene sus problemas con una minoría de menores sudamericanos que forman bandas muy violentas al repartirse los barrios (con mejores o peores condiciones para atracar a los comercios).
Sí Alemania se queja por la existencia de los extranjeros, ¿qué tendría que hacer España, donde inmigrantes criminales roban los cajeros automáticos, el cobre y otros metales y perjudican a los campesinos robándoles las cosechas (fruta) e incluso los aperos y tractores. España es asimismo meta favorita de las mafias de la prostitución: menores o jóvenes, atraídas con la mentira de tener un buen trabajo en un bar y ser forzadas después a prostituirse. La guardia civil marítima intercepta a los barcos con droga, toneladas de veneno, destinadas a España, pero en primer lugar a Alemania y Holanda.
Todo esto no tiene nada que ver con racismo o xenofobia. La policía española actúa correctamente. La sociedad española acoge en su seno a todas las personas decentes sin parar en sus orígenes. Pero la delincuencia internacional es un fenómeno político-social, que Europa ha de resolver sin más demoras.
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