Dándole un giro a la frase del ministro Wert, cabría decir que “hay que españolizar a los españoles”, pues los catalanes, por mucho que se empeñen algunos nacionalistas y separatistas, son , además de catalanes, españoles de pleno derecho, cosa que olvidan los fanáticos nacionalistas centralistas.
Es un hecho que España es uno de los países europeos donde menos lenguas extranjeras se hablan. Salvando ejemplos como el del señor Aznar, que en edad madura y siendo ya presidente del Gobierno, aprendió a chapurrear el inglés (el ministro Wert no le concedería la beca Erasmus) el español de cierta edad suele ser reacio a adquirir otra lengua. “¿Para qué molestarse en estudiar otro idioma si el español lo entiende todo el mundo?” decían unos. Otros recurrían a la manida y rimbombante frase de que “el español es la lengua del Imperio”. Pero ahora que no hay Imperio, sino necesidades e intereses internacionales, España necesita para sus relaciones exteriores de orden político o comercial, el conocimiento de al menos una lengua extranjera: en primer lugar, por su posición internacional, el inglés. Por las estrechas relaciones comerciales, turísticas e incluso laborales, no está tampoco de más aprender el alemán. Que la lengua de Goethe o de Lutero (el creador del alto alemán o alemán común a través de su traducción de la Biblia) sea difícil, es un viejo mito. Lo que hace falta son buenos profesores, a poder ser nativos, que comiencen ya en las guarderías a enseñar el inglés, el francés y el alemán (cuya demanda en España supera ya al idioma galo). Así, los niños irían aprendiendo las lenguas extranjeras de similar manera como adquieren la llama “lengua materna” (la lingüística moderna habla de “primera lengua”, a la que se unen los demás idiomas adquiridos, alguno de los cuales pueden incluso desplazar a la primera lengua, convirtiéndose en idioma prioritario, como es el caso de los españoles nacidos, criados y escolarizados especialmente en Alemania.
Hay todavía en el español el complejo de hacer el ridículo. Que tomen como ejemplo al ex presidente Aznar, que no se corta a la hora de utilizar la lengua de Shakespeare. Lo importante cuando se habla otro idioma es una sintaxis correcta y una clara pronunciación. El acento es parte de nuestra identidad. A partir de los 14 años, las cuerdas vocales ya se han adaptado a la primera lengua. Sólo virtuosos saben imitar el acento de la lengua extranjera, “dar el pego” como decimos en castellano.
Al igual que es exagerada la actitud del honorable Artur Mas en su política de la enseñanza del catalán, lo es la política del señor ministro de Educación. El propio gobierno catalán debe fomentar el bilingüismo (al igual que los vascos) como una de las riquezas humanas y culturales. Con el tiempo, los monolingües tendrán problemas en hallar un buen “job” fuera de España. ¿Qué sería de los catalanes que no sepan castellano, una de las lenguas más importantes del mundo? Por otra parte, el Estado tiene la obligación de velar por la conservación de todas las lenguas vernáculas de España como el euskera (vasco), el gallego o el bable asturiano, todas ellas con derecho a ser denominadas españolas.
El castellano tiene una milenaria historia. Fue creado por comerciantes vascos y catalanes, tomando vocablos ibéricos y románicos, como lengua vehicular, una “koiné”. La historia del idioma español nació del latín vulgar que se hablaba en Hispania en el siglo III de nuestra era. Los textos más antiguos escritos en castellano son los “Cartularios de Valpuesta” y las “Glosas Emilianenses”, que se conservan en San Millán de la Cogolla”. En el siglo XV, mientras avanzaba el proceso de unificación española, el sevillano Antonio de Nebrija, conocido como el padre del español, escribió su Gramática, primer libro gramatical de la lengua española.
Antes de decir sandeces, recomiendo al señor ministro Wert la lectura del libro “El rumor de los desarraigados”, de Angel López García.
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