lunes, 21 de enero de 2013

Atalaya: Las manifestaciones





Una de las libertades establecidas en la Carta Magna es el derecho de los ciudadanos a manifestar sus reivindicaciones en la calle. En estos pasados meses, las manifestaciones contra la conducta del gobierno del PP son numerosas y tienen lugar en distintas ciudades para protestar por la política de Rajoy, que no llega al aprobado en el favor de la ciudadanía. Las manifestaciones se dirigen directamente contra los representantes del Gobierno central o contra los dirigentes autonómicos, que interpretan y llevan a cabo lo que ellos creen que es la voluntad del “jefe”. Puntos centrales de las manifestaciones callejeras son el empobrecimiento hasta casi la miseria de familias enteras, la degradación por el paro de capas inferiores de la clase media, los desahucios y el prácticamente libre despido por parte de los empresarios, que son en realidad los auténticos amigos del PP. Durante la campaña electoral, Rajoy tuvo la desfachatez de calificar al Partido Popular como “partido de los trabajadores, ésa entre otras mentiras reconocidas por el ahora presidente del Gobierno.

¿Para qué sirven las manifestaciones? En realidad para menos de lo que esperan los manifestantes. Son acciones testimoniales para abrir los ojos a quienes no quieren ver. Muchos, al paso de una manifestación, tras asegurarse de estar a salvo de las porras de la policía, se convierten en voyeurs, en espectadores, divirtiéndose con los letreros y dibujos de las pancartas, aunque el “desfile” de los indignados también defiende sus intereses. Otros, desde los balcones de sus casas, mascullan improperios, gritando: “Lo que tenéis que hacer es trabajar”. Difíciles de seguir los vericuetos de la mente humana, sobre todo si ésta es de derechas y está en el poder.
 
 

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