El martes empezó el esperado debate sobre el estado de la nación. En el debate, en el que Podemos no podía participar por los usos parlamentarios vigentes, desde un principio estuvo presente la sombra de la organización de Pablo Iglesias, en las intervenciones sobre todo del presidente del gobierno, Mariano Rajoy. Aunque las encuestas expresan que el PP seguirá siendo el partido más votado (no puede decirse lo mismo de Rajoy, a quien los sondeos sitúan al final de la lista), el PP ve con gran intranquilidad el ascenso de Podemos, que se coloca como segunda fuerza política de España, que necesitaría tanto el PP como el PSOE para el caso de que los votantes no les procuren la mayoría absoluta.
También están los partidos emergentes con poca representación parlamentaria como UPyD e IU que, junto con Ciudadanos y Podemos, podrían jugar un importante papel en las generales de 2016. Pero no hay que creer demasiado, en las encuestas, que son una especie de quiromancia política. Lo definitivo son las urnas. Para el ultra conservador PP sería una auténtica purga sólo pensar en una alianza con sus antípodas Iglesias y Monedero. También para el PSOE una tal coalición equivaldría a una indigestión, aunque en ambos partidos de izquierda existen puntos comunes. Pero desde una perspectiva socialdemócrata, por lo que respecta al centenario partido socialista fundado por Pablo Iglesias (el auténtico), ello supondría un amargo trago.
Rajoy (se notaba que se había preparado muy bien, en plena “campaña electoral para los comicios autonómicos y municipales de mayo) empezó con el autobombo de que España se está recuperando y crece por encima de la media europea. Es hasta cierto punto verdad. Pero no se pueden tirar cohetes por el ligero crecimiento y menos transmitir este relativo mensaje a los cuatro millones y medio de parados o a los más de ocho millones de indigentes, “los sin techo", y permitiendo los desahucios, que ponen en la calle a modestas familias enteras por no poder pagar la hipoteca, en los tiempos del ladrillo tan alegremente concedida.
Así lo tuvo que escuchar el presidente del Gobierno, al que los partidos de la oposición rechazaron su intervención como mentirosa. “Mentira” dijo el jefe de la oposición, Pedro Sánchez, a otros embustes o medias verdades electoralistas de Rajoy. Mientras que se vio a un Rajoy, recurriendo a su tranca gallega, pidiendo casi que el socialista Sánchez se fuera del parlamento, el secretario general del PSOE, a pesar de la dureza de sus réplicas, nunca perdió los papeles e incluso se le vio sonreír irónicamente cuando Rajoy le llamó “patético”.
No faltaron críticas, que al curtido Rajoy le hicieron pupa. Así cuando el candidato de IU dijo: “Le falta rigor porque la mitad de las cosas que ha dicho son directamente mentira.” Y Sánchez terminó su intervención con las palabras: “No queremos un país de esperanzas rotas”.
En este debate, seguramente el último bipartidista al que asistamos, Rajoy convenció a los suyos y Sánchez a los de su cuerda. 24 horas después, en el Teatro Rojas del círculo de Bellas Artes de Madrid, Pablo Iglesias -el de la coleta-, celebró un mitin de oposición extraparlamentaria sin precedentes "para los ciudadanos de su país", en el que pedía la mayoría absoluta para su formación. ¡Que Dios nos pille confesados!
En este debate, seguramente el último bipartidista al que asistamos, Rajoy convenció a los suyos y Sánchez a los de su cuerda. 24 horas después, en el Teatro Rojas del círculo de Bellas Artes de Madrid, Pablo Iglesias -el de la coleta-, celebró un mitin de oposición extraparlamentaria sin precedentes "para los ciudadanos de su país", en el que pedía la mayoría absoluta para su formación. ¡Que Dios nos pille confesados!
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