Ayer, en contra de lo que todos esperaban, el candidato del PP, José Antonio Sánchez, no obtuvo en el Congreso de los Diputados los dos tercios necesarios para ser elegido presidente de RTVE en una primera vuelta. Ello se debe probablemente a que tan sólo 295 de los 350 diputados hayan participado en la votación, secreta y mediante urna. El resultado del escrutinio fue de 176 votos a favor, 94 en blanco y uno nulo.
Al no lograr la mayoría necesaria, la elección de Sánchez (para la que sólo necesita la mayoría absoluta que tiene asegurada gracias a los votos del PP) ha sido aplazada al miércoles 22 de octubre. El hasta ahora director general de Telemadrid conoce ya la casa pues el gobierno del PP le nombró en julio de 2002 director general de RTVE, cargo que ostentó hasta el 23 de abril de 2004 tras la derrota electoral del PP.
A José Antonio Sánchez le precede la mala fama de ser un “halcón” del PP, más preocupado de seguir en todo momento sus directivas que de ofrecer al público una información fidedigna. Sus detractores recuerdan todavía con horror la nefasta manipulación informativa que se produjo durante su gestión en RTVE (la crisis del Prestige, la guerra de Irak y, como colofón, el atentado del 11-M). También se habla de que, según figuraba en los papeles de Bárcenas revelados por el diario El Mundo, supuestamente llegó a recibir sobres de la “contabilidad B” del Partido Popular. Además, el periódico digital “El Diario” (eldiario.es) publicó el 6 de octubre que, en abril de 2013, el director de Telemadrid y futuro presidente de RTVE fue denunciado por CCOO y posteriormente imputado por prevaricación y malversación en el ERE de Telemadrid, acusado de 5 delitos.
Y, por si eso fuera poco, el diputado del PSOE Germán Rodríguez , además de hacerle responsable del desmantelamiento de Telemadrid, le ha echado ahora en cara que, al marcharse de RTVE, dejó al ente público con una deuda de 7.000 millones de euros.
Pese (o gracias) a ese historial, su elección es cosa hecha, sin el consenso y con el rechazo unánime de todos los partidos de la oposición, que le acusa de “sectarismo político” y de “no dar la talla profesional ni personal”. Una oposición que echará de menos a partir del 22 de octubre los tiempos del antiguo presidente de la corporación, Leopoldo González-Echenique, que tampoco era santo de su devoción.
El al principio tan denostado González Echenique tuvo una gestión bastante digna. Finalmente, falto de apoyos, se vio obligado a dimitir después de que el Gobierno no cumplió su compromiso de asegurar con una inyección de 130 millones de euros su plan de viabilidad financiera, a pesar de que en junio había recibido garantías “verbales” de que podría contar con esos recursos. En el curso del Consejo del pasado mes de junio en el que hizo pública su dimisión, Echenique se mostró ostensiblemente preocupado porque tales garantías ya no existían. “En ningún momento ha justificado al Gobierno ni se ha mostrado comprensivo, para decir después que por coherencia tenía que dimitir”, relata otro de los consejeros. “Nos ha dicho que con su marcha espera que las cosas puedan ser más fáciles”. Este interlocutor tradujo lo que otros de sus compañeros también corroboraron: la ruptura total con el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro.
Leopoldo González-Echenique tuvo un gesto insólito como fue abstenerse en la votación del presupuesto de 2015 que él mismo se vio obligado a presentar. Un presupuesto, fruto de una política económica pilotada por el director general corporativo, Enrique Alejo, el número dos de la televisión pública, que llegó avalado directamente por Montoro.
Lo relevante es que la decisión del titular de Hacienda haya prevalecido, de manera que la mentora de González-Echenique, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, que goza de un poder casi omnímodo, nada haya podido hacer en este caso pues se trata de dinero. Y mucho dinero es el que necesita RTVE, que sufrió un recorte presupuestario de 250 millones de euros y que tiene que lidiar a diario con una pérdida paulatina de público.
El PP espera de José Antonio Sánchez un aumento de audiencia y una mejor gestión de las finanzas que con González-Echenique. Pero como los milagros no existen, está cantado que Sánchez volverá, como ya lo hizo en su día en Telemadrid, también en este caso a blandir el hacha y poner de patitas en la calle a muchos de sus trabajadores. Tampoco está descartado que volvamos a ver anuncios en la “tele”. La popular pero irreflexiva decisión del anterior gobierno de prescindir de publicidad, ha provocado pérdidas millonarias a la televisión pública, mientras que las privadas engrosaban automáticamente sus bolsillos. Esta medida absurda hubiese tenido sentido si los telespectadores españoles estuviesen dispuestos a pagar un canon televisivo como en el resto de Europa. Desgraciadamente, éste no es el caso. Y mucho menos ahora, en tiempos de vacas flacas.
Sólo cabe esperar que la “elección” de José Antonio Sánchez no suponga otro volantazo a la derecha, que nos retrotraiga a unos nefastos tiempos de (des)información y manipulación por parte de RTVE que creíamos ya superados.
M.M./ M.R
M.M./ M.R
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