En el siglo XXI hemos de desterrar conceptos que eran trágicamente actuales a finales del siglo XVIII, durante el XIX y casi hasta finales del XX, en los que la explotación del hombre por el hombre era insoportable. Hoy es anacrónico hablar de obreros. En los tiempos actuales el obrero ha dejado lugar al trabajador, que ya no pertenece al “proletariado” y, en los estamentos sociales, está al comienzo de la clase media. Desgraciadamente, ha nacido en toda Europa una nueva clase, la de los parados o desempleados (o los más desfavorecidos, a los que conocemos como “los sin techo”), que reciben otro trato por parte del Estado, aunque ya no son parias o siervos. En España la situación es grave y exige una urgente solución.
Otro concepto que ya ha periclitado es “el movimiento obrero”, que, en mi opinión debería restablecerse con una mayor afiliación a los sindicatos. Tampoco en la política existen líderes auténticos. Los que así son tratados en los medios de comunicación, como Pablo Iglesias (Podemos), son jóvenes que destacan por la fluidez con que se expresan y lo atractivo de su fantasía política.
En estos pasados siglos la política ha ido evolucionando, hasta llegar al parlamentarismo, sistema que permite el intercambio de argumentos y la presión por parte de la oposición para que el Gobierno lo haga mejor. La democracia ha de ampliar los márgenes de libertad y la movilidad de los partidos, que necesitan la acción para no anquilosarse. Un peligro de la democracia (entre otros, por ejemplo, el populismo) es, como desgraciadamente estamos viendo en España, la corrupción. Ahora, en medio de otros escándalos como Bárcenas, Urdangarin, Gürtel, los Eres de Andalucía, Pujol, surge el de las tarjetas black, del cual ya hemos informado. Es por encima de todo una estafa a los ciudadanos. En el caso de la corrupción, como en otros asuntos, la justicia parece ir con pies de plomo. Pero la justicia es uno de los pilares más importantes de la democracia. Si todos somos iguales ante la Ley, no se debe ir para adelante y para atrás cuando se trate de imputar a un personaje importante. Son muchos los presuntos delitos que esperan años para ser juzgados.
España tiene una democracia monárquica parlamentaria. Si la Corona sirve de árbitro entre nosotros, la acepto como republicano. El caso de la Corona en Suecia, uno de los países más firmes de la Unión Europea, da la razón a los que prefieren estabilidad al azar de las elecciones, en las que una mayoría de los ciudadanos no sabe lo que vota o se deja engañar por descaradas demagogias. También la democracia precisa de una evolución hacia más democracia. Tendríamos en todo el mundo democrático una democracia más efectiva si hacemos de la ÉTICA el principio rector de nuestras libertades.
España tiene una democracia monárquica parlamentaria. Si la Corona sirve de árbitro entre nosotros, la acepto como republicano. El caso de la Corona en Suecia, uno de los países más firmes de la Unión Europea, da la razón a los que prefieren estabilidad al azar de las elecciones, en las que una mayoría de los ciudadanos no sabe lo que vota o se deja engañar por descaradas demagogias. También la democracia precisa de una evolución hacia más democracia. Tendríamos en todo el mundo democrático una democracia más efectiva si hacemos de la ÉTICA el principio rector de nuestras libertades.
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