El ingenioso, a la par que triste, “doodle” animado de Google, en el que los árboles iban perdiendo poco a poco sus hojas, se encargó de refrescarme la memoria: exactamente a las 4 horas y 29 minutos de ayer, martes 23 de septiembre, había dado comienzo el otoño. En la noche del 22 al 23 se produjo el llamado “equinoccio de otoño”, un fenómeno natural que marca el inicio de esta temporada en el hemisferio norte y el comienzo del verano en el hemisferio sur. En el hemisferio norte, el paso del invierno a la primavera se llama el equinoccio primaveral, mientras que en el hemisferio sur, el paso del verano al otoño se llama el equinoccio otoñal.
La palabra equinoccio proviene del término latín “aequinoctium” que significa “noche igual”. En la escuela nos enseñaron que el equinoccio es el momento en que el sol forma un eje perpendicular con el ecuador. En esa fecha, al caer los rayos perpendicularmente sobre nuestro planeta, el día y la noche tienen la misma duración en todos los lugares de nuestro planeta, no como el resto del año cuando la rotación es desigual. Ese prodigio de la naturaleza se produce dos veces al año, en primavera y en otoño. En el equinoccio de otoño, la tierra, en su giro alrededor del sol, se sitúa en una posición, en la que el sol alcanza su zenit en el plano del ecuador terrestre.
El equinoccio de otoño sólo puede producirse en cuatro días señalados del año, del 21 al 24 de septiembre. En la primera y segunda década de este siglo, el fenómeno tendrá lugar siempre entre el 22 y 23 de septiembre.
A partir de ahora, los días se irán poco a poco acortando y las aves provenientes de países más fríos vendrán, como muchos turistas nórdicos, a pasar el invierno a nuestro país, mientras que las nuestras iniciarán el flujo migratorio hacia el sur donde, en los países africanos, encontrarán la calidez de clima al que están acostumbradas.
Con el otoño llega también el momento de sacar los paraguas. Precipitaciones y tormentas están a la orden del día. Tenemos que reforzar nuestro sistema inmunológico porque estamos entrando en la estación de los temidos resfriados que se pillan, sobre todo, en las aglomeraciones. Especialmente los ancianos (como califican en los medios de comunicación, con gran mosqueo de los que pertenecemos a ese grupo, a los que ya hemos rebasado los 60), son muy propensos al contagio. Por eso hay que ir pensando poco a poco en vacunarse.
Muy habitual en esta época del año es la llamada depresión otoñal, que suelen sufrir sobre todo personas pertenecientes al colectivo de la tercera edad. Pero es mayormente en los países nórdicos donde la disminución de la luz solar influye de forma especialmente negativa en la población. Muchas personas sufren trastornos psíquicos tan graves, que pueden llevarles incluso al suicidio.
Y para el que todavía no se haya enterado, el último domingo de octubre, que este año cae en 26, es el día del cambio de hora. En la mayoría de países europeos el reloj se retrasa de las 3.00 a las 2.00 de la madrugada. Ello nos permitirá disfrutar de una hora más de sueño, pues ese día tiene administrativamente una hora más.
Según cálculos del Observatorio Astronómico Nacional, el otoño 2014 durará 89 días y 20 horas y finalizará el 22 de diciembre, que es cuando comienza oficialmente el invierno.
Margarita Rey
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