Hasta ahora una cosa está clara: Felipe VI es carismático, lo que en política se traduce como que está próximo al pueblo, algo que le falla al PP a pesar de llamarse Partido Popular. Y que el destino nos libre de políticos tan liberales y abiertos a los ciudadanos como el dimisionario Gallardón, que le ha disputado al nuevo Rey los titulares de la prensa, las radios y las televisiones.
Mi comentario de hoy se va a reducir a unos deseos, que a mí me parecen esenciales:
Que Felipe VI sepa mantener la paz entre los españoles, a pesar de muestro individualismo, que en la mayoría de los casos es sólo egoísmo y falta de sentido ciudadano. Con la paz convive estrechamente la libertad. Este es el supremo bien que ha de garantizar la monarquía parlamentaria.
Que España, por fin, vea confirmada su importancia, en los foros mundiales, donde se hace la verdadera política. La intervención de Felipe VI ante las Naciones Unidas ha marcado un hito para España, que durante cuarenta años de franquismo ha sido, como Turquía, la concubina de EE UU y de sus aliados durante la Guerra Fría. Hoy, España es un país respetado como igual por las demás naciones afines. La pertenencia temporal de España a l Consejo de Seguridad sería una señal inequívoca de la importancia de España para la paz en este agitado mundo. Nuestro país formando parte de las potencias responsables de la paz.
Que desde la Corona salgan impulsos en favor de la paz social, que es uno de los pilares de la democracia. Los problemas de la pobreza creciente y del escandaloso paro, así como la repugnante corrupción han de estar siempre sobre la mesa de don Felipe.. Estas manchas negras hacen ridícula la denominación “Marca España”. Al revés, se vuelven contra España.
Tendría otros muchos deseos, que llenarían un libro como la Constitución, nuestra Carta Magna que se está quedando estrecha por los cambios generados por el desarrollo de la democracia.
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