Durante todo el verano, las televisiones españolas, quizá por encargo, han estado emitiendo espacios con bellísimas vistas y playas, no sólo españolas, sino también de exóticos parajes extranjeros, como México, Hawai, Tailandia, la República Popular de China, Noruega, y un largo etcétera. Se entiende que los reportajes van en dos direcciones: primero, señalar al turista español que pese a la crisis, con su secuela de empobrecimiento y de paro (ambas cosas andan parejas) podrían disfrutar de unas paradisiacas vacaciones. Con los reportajes va implícito el mensaje que un viaje con hotel incluido, un crucero o un desplazamiento en autobús de lujo son accesibles a las carteras de la clase media y alta españolas y de camino se invita al turista extranjero de clase media a participar en tales gangas.
Muy positiva me parece la idea de incluir en los reportajes lugares españoles lejanos del sol y de la playa o de los típicos chiringuitos, que están cargados de la riquísima (y también trágica) Historia española, como puede comprobarse en ruinas, castillos, museos y en las calles de esos pueblos, a los que nunca iría el turista medio europeo ni el español. También las huellas de la civilización hispánica, en especial en Sudamérica, dejan una profunda impresión cultural, especialmente en el turista español. En los reportajes no se obvian las regiones cantábricas, que, cuando no llueve, merece la pena recorrer y disfrutar de las playas del Cantábrico tan bellas como las tradicionales Costa Brava, Costa Blanca y Costa del Sol.
Quizá el proyecto sea un éxito. Una parte considerablemente importante de la Economía española es el turismo, que, como en otros países como Alemania, Noruega u Holanda, no permiten lo chabacano e incluso gamberro y peligroso como Mallorca (Playa del Arenal, donde la cerveza se consume en grandes cubos y mujeres ya talluditas orinan de pie en el paseo marítimo) o Benidorm, donde los jóvenes ingleses han puesto de moda tirarse desde la ventana de su habitación a la piscina del hotel. Ya ha habido muertos.
El Ministerio de Turismo tiene que velar por que España deje de ser el país de hoteleros, camareros y hosteleros y darle al turismo la categoría de transmisor cultural de primer orden, como parte de esa Marca España que los más optimistas han inventado. Pero para que el turista extranjero no se lleve una falsa impresión y el español no sienta remordimientos de conciencia, el Gobierno tendría que ser menos adicto a la Patronal (CEOE) y crear las bases para que España ocupe, como mínimo, el mismo puesto que Francia, en empleo, reducción de la pobreza y calidad de vida. Los turistas normales españoles que salen de vacaciones, pertenecen a la clase media (con trabajo). Los desempleados no precisan ocio, están siempre de vacaciones, y no hablemos de los desahuciados y mendigos, no todos gitanos rumanos.
En fin, si usted siente ahora la “depresión de vuelta al trabajo”, piense en aquellos compatriotas que viven años profundamente deprimidos, por ser los “eternos parados”.
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