viernes, 8 de noviembre de 2013

Atalaya: Yo, Aznar



 



Para los que sobrevivieron a su primer tomo de memorias, el ex presidente y ególatra  José María Aznar acaba de presentar su segundo libro "El compromiso del poder", que gira más sobre su figura que sobre los hechos de su periodo como presidente del Gobierno.
 
Aznar resalta que gracias a él, España salió de la sombra para ocupar el lugar destacado que merece su realidad a la par de EE UU, gobernado por aquel entonces por el  mediocre Bush. Aznar fue el único español invitado al rancho de Bush y que, en la Casa Blanca, pudo poner sus pies, al estilo texano, sobre la mesa del alto mandatario norteamericano. Eran éstos detalles que subrayaban, según Az nar,  la importancia de España en el mundo de las grandes potencias. Documento definitivo del papel internacional de nuestro país en el mundo es para Aznar la foto de las Azores, con un George W. Bush apoyándose en su hombro: en el hombro de la nueva España grande de José María Aznar, que da la impresión de haber sido él el impulsor de la guerra de Irak, bajo el lema de si Saddam Husein tiene armas secretas que se las enseñe a los inspectores de la ONU. Parece como si para Aznar, Irak hubiese sido el segundo Lepanto español.
 
Por otra parte, el admirador del ultra derechista Onésimo Redondo,  superdimensiona la anécdota del peñasco de Perejil, tomado por un par de soldados marroquíes y  recuperado sin pegar un tiro por las fuerzas armadas españolas, que tuvieron la delicadeza de invitar a desayunar al par de marroquíes que ocupaban el peñón. Según Aznar, esta proeza bélica española convenció al rey Mohamed  VI que Marruecos  perdería una guerra contra España, es decir, fue un acto de disuasión respecto a Ceuta y Melilla.
 
No se dice explícitamente cómo Aznar llamó a los directores de los principales periódicos (con RTVE no hubo problemas: era a la sazón "propiedad" de Aznar) para convencerles de que atribuyesen  el atentado del 11 de marzo de 2004 (11-M) a la banda terrorista ETA, que se distanció enérgicamente de la autoría del mismo. El motivo de esta confusión de la opinión pública era la proximidad de las elecciones generales, que perdió el PP, dando paso al gris candidato socialista Zapatero.  Como es generalmente sabido, al rechazar Rodrigo Rato ser su sucesor, Aznar eligió a dedo al no menos gris Mariano Rajoy, pisándole todos los juanetes al hombre fuerte del PP, Javier Arenas, que se había hecho esperanzas. Hubo malestar en el PP por esta forma de proceder del máximo líder, pero el PP traga finalmente todo lo que viene de arriba.
 
En fin, las memorias de Aznar sólo son recomendables a sus más acérrimos seguidores o a quienes padecen de insomnio.
 
 
 

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