lunes, 3 de noviembre de 2014

Atalaya: Podemos


Este domingo el diario El País sitúa a la formación política Podemos como segunda fuerza política después de un  PP mermado y delante del PSOE. En la encuesta, El País presenta como líder preferido al dirigente del colectivo Podemos, Pablo Iglesias, seguido de Pedro Sánchez, secretario general del PSOE, y en un tercer lugar a Mariano Rajoy. Ahora todos los partidos tienen los ojos puestos en el barómetro de otoño del CIS, que se espera para mediados de esta semana, cuyos resultados podrían muy bien confirmar a la formación de Iglesias y sus compañeros como primera fuerza política de España.

El PP y el PSOE están intranquilos por el constante ascenso de este nuevo colectivo, que resta votos a ambos,  y, lo que es peor, atrae a electores tradicionales de ambos partidos, asqueados por  la situación en el país: recortes de todo tipo, subidas de impuestos, dimisión del inepto ministro de Justicia, Gallardón, por el fracaso de su ley (clerical) sobre el aborto y la indignación general por su injusta ley de tasas judiciales, que sólo permite querellarse a los pobres de solemnidad o a los que tienen más dinero, una injusticia contra la mayoría de la población. Pero el factor decisivo del desapego de la sociedad a los partidos es el lodazal de corrupción en el que se mueve parte de la clase política (para Podemos, “la casta”), que afecta al PP y otros conservadores, pero que también, aunque en menor medida, salpica al PSOE. La corrupción y los recortes, que han creado todavía más desigualdades, son los argumentos de más peso para la oposición y, sobre todo, para los demagogos populistas. Pero situar a España al nivel de Venezuela, Ecuador, Bolivia o Cuba, no es en absoluto apoyar a la democracia.
 
En contra de las expectativas de IU, a quien los votantes también están dando la espalda, Podemos ha subido como la espuma por la indignación del pueblo, pero también por la masiva propaganda que han hecho de Pablo Iglesias los medios de comunicación y en especial  La Sexta. Podría ser que ahora el señor Lara, mandamás de la cadena, haya visto lo lejos que ha ido en su promoción  de Podemos, que puede ser perjudicial no sólo para el sistema democrático, sino también para sus propios intereses de lucro.

En la situación actual, el PP tendrá que tomar medidas drásticas en los asuntos  más imperativos, como la corrupción, pero también en otras importantes materias como la sanidad pública  y  la política laboral, apartándose  de sus amigos de la patronal (CEOE) y acercándose a las posiciones del PSOE, que reclama una reforma laboral más equitativa y justa. Todos los partidos, si quieren ser socialmente justos, han de pensar  que sin el capital no hay trabajo y sin trabajo no hay capital. Y Pedro Sánchez, que en cien días como Secretario General del PSOE todavía no ha tenido tiempo de recomponer ese PSOE derrotado y desnortado que le han legado Zapatero y Rubalcaba,  tendrá que ponerse las pilas para movilizar a los electores que, según parece, también han sucumbido al poderío con el que Podemos ha irrumpido en el panorama político español.
 
El PP, por su parte, tiene el  mérito de que en España no haya una extrema derecha suelta. Los franquistas están bien alojados en el PP, cultivando su nostalgia del golpista general. Si el Partido Popular diera más cancha a  sus juventudes, que claman por reformas en el seno de su formación, no sería imposible un pacto de los dos grandes partidos en bien de la democracia española, amenazada por populistas, utópicos  y radicales.
 
 
 
        

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