viernes, 14 de noviembre de 2014

Atalaya: ¿Dónde termina Cataluña?

 
Cuando el “super honorable” presidente de la Generalitat Catalana, Artur Mas y sus ya no tan amigos separatistas de ERC (Esquerra Republicana) hablan de la independencia de Cataluña, ¿a qué Cataluña se refieren? Que todos sepamos, existen dos Cataluñas (al igual que dos Países Vascos) en la vertiente francesa de los Pirineos (Pirineos Orientales). El núcleo principal catalán en Francia es el Rosellón, con Perpiñán como capital. Existen tres partidos nacionalistas catalanes en Francia, aunque hasta ahora  su existencia es principalmente un vínculo de unión con el pasado, antes de la Paz de los Pirineos, en la que España perdió el Rosellón y la Cerdaña.

La verdad es que Mas y Junqueras (ERC) desde la farsa del 9-Noviembre han abandonado su amistad política (ERC quería ya un referéndum saltándose toda la legalidad constitucional y menospreciando la capacidad de respuesta del resto de España). Es de cajón que el resto de España no se quedaría con los brazos cruzados. Para una mayoría de españoles (incluidos también catalanes), a Cataluña, de la que España se siente orgullosa por ser la puerta  a Europa, no se le debe tensar el cable. 

Francia, con la policía más dura  de Europa, no toleraría que ningún político ni ningún partido se le subiera a las barbas. Pero Madrid no quiere conflictos, si éstos pueden evitarse. Para el Gobierno español aún no se ha agotado la posibilidad del diálogo político,  pero ¿está preparado Rajoy y el PP para tan difícil tarea? Hay un punto no negociable: la secesión de Cataluña. El conflicto va a caer sobre las cabezas de sus provocadores. Entre las autonomías españolas, Cataluña goza (como Euskadi) de más competencias que el resto de los gobiernos autónomos y, por supuesto, de más libertad que los departamentos franceses. En el territorio catalán-francés, no existe la enseñanza forzosa en catalán  (la “inmersión lingüística”). En Francia, desde Alsacia a Cataluña, se prefiere el francés, considerándose el catalán (o el alsaciano) como lengua regional de estar por casa.

Lo que fomenta, sobre todo, esa integración en Francia es que nuestro país vecino posee un modelo atrayente de concebir la democracia. La derecha española  tiene aún la caspa franquista en las solapas.
 
 
 
 

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