Nunca tres dirigentes con raíces transpirenaicas habían coincidido en las altas esferas de la Quinta República. Las casualidades del destino han aunado a un triunvirato de hijos de la emigración en una versión hispana de la toma de la Bastilla. El barcelonés Manuel Valls es el ministro del Interior más sensible a los problemas de seguridad mutuos. La gaditana Anne Hidalgo ejerce de vicealcaldesa llamada a postular por el sillón de mando en el Ayuntamiento de París en las municipales de 2014. El oriundo de Asturias Aquilino Morelle ocupa en el Elíseo el influyente puesto de consejero político de François Hollande, a quien escribe los discursos. El trío tiene en común estar formado por orgullosos ejemplos del modelo de integración francés, forjados por el espíritu de superación en el ascensor social de la escuela pública, laica y republicana.
Hay algo de fatalismo español en el acceso a la jefatura de la aldea gala. Holanda -Hollande para los franceses- es el nombre del reino fundado en 1806 por Napoleón en los confines de los Países Bajos. Los antepasados del nuevo inquilino del Elíseo fueron holandeses que huyeron de las guerras de religión a mediados del siglo XVI, cuando el imperio español puso una pica en Flandes. Aquellos herejes calvinistas temerosos de las hogueras de la Inquisición adoptaron en Francia el apellido de Hollande para marcar el apego al terruño de sus ancestros. Quién les iba a decir que en los albores del tercer milenio, por culpa de España, el presidente de Francia lleva el nombre de un país extranjero y en los centros de decisión se oye hablar con acento castellano a los quijotes de 'Hollandia'.
En la troika del poder español en París solo la mano izquierda que mecía la cuna de Valls no era obrera. El primer gendarme de Francia nació en una familia de la burguesía catalanista, a la que también pertenece el compositor del himno del Barça. Su padre era el pintor figurativo Xavier Valls (1923-2006), que en 1949 se trasladó a París con una beca de un mes concedida por el Gobierno francés. Se instaló en la todavía capital mundial del arte y se afincó en una antigua casa del muelle del Hôtel de Ville, donde fijó taller y domicilio a orillas del Sena, enfrente de la isla de San Luís.
Casado en 1951 con la suizaitaliana Luisangela Galfetti, sobrina del arquitecto Aurelio Galfetti, el matrimonio aprovechó las vacaciones estivales para que su primogénito naciera el 13 de agosto de 1962 en Horta, el solar barcelonés de la familia paterna. Manuel no se nacionalizó francés hasta 20 años después, cuando ya era un joven militante socialista frustrado por no haber podido votar en 1981 por François Mitterrand en la conquista del Elíseo por la izquierda.
El hijo del conocido como el pintor del silencio, que domina el catalán, el español y el italiano, es un confeso hincha culé que en 1977 se manifestaba a favor del estatuto de autonomía por las calles de la Ciudad Condal y nunca ha perdido la relación con Cataluña. Este barcelonés universal se siente cómodo en el multiculturalismo de suburbios como Evry, del que es alcalde desde 2001, donde hunde sus «raíces modernas de desarraigado». «Para alguien que no ha nacido en Francia y que se ha hecho francés, que ha aprendido a amar este país, sus valores, su divisa, su cultura, su lengua y su bandera, convertirse en ministro del Interior muestra bien que éste es un país un poco aparte», proclamó en su toma de posesión.
En su libro 'Pouvoir' (Poder) Valls cuenta que, cuando en los formularios de la escuela francesa escribía 'pintor' en el apartado para la profesión de los padres, le explicaban que no debía avergonzarse de ser hijo de un profesional de brocha gorda. Ese infantil orgullo herido explica la firme voluntad de revancha social del pequeño Manuel que, como apunta el publicista y amigo Stéphane Fouks, «ha vivido más que otros el conservadurismo pretencioso de las élites francesas, los bloqueos de nuestra sociedad».
Lámpara de minero Aquilino Morelle (París, 1962) «es un bello producto de la escuela de la República». Lo pregona el socialista Lionel Jospin, de quien fue la pluma redactora de sus discursos durante su mandato como primer ministro (1997-2002). El ahora negro de Hollande coincidió con Manuel Valls, que era el jefe de comunicación de la presidencia del Gobierno. La enseñanza pública fue «una iluminación» para aquel hijo de familia numerosa emigrante al que su madre, que nunca habló bien francés, decía: «Sois franceses, España queda detrás, sed mejor que los franceses».
En la estantería de una de las bibliotecas de su domicilio en el distrito quinto de París una vieja lámpara de minero recuerda al consejero político de Hollande de dónde viene. Morelle padre trabajó en la mina además de ser cartero y proyeccionista de cine. Su heredero lamenta que aquellos langreanos, que emigraron de La Felguera a mediados del siglo pasado, no hayan sido testigos de su éxito. La madre padece alzheimer y el padre falleció a los 61 años pues «los obreros mueren más rápido que los demás». «Vivo como un burgués, pero jamás formaré parte de la burguesía. Me queda lo esencial: la educación, los recuerdos. Tengo una conciencia de clase», enfatiza el amanuense socialista.
Aquilino lleva el nombre del padre, ajustador en la fábrica de la Citroën en Nanterre, porque fue el primer varón de la fratría. Sexto de siete hermanos, también fue el primero en nacer en Francia y el único que hizo carrera. Criado en el populoso barrio de Belville, prefirió estudiar Medicina que Derecho, los dos mejores horizontes de prosperar desde la perspectiva obrera en aquella época. Subcampeón de Francia de kárate a los 15 años y campeón nacional por equipos, el brillante universitario luchó a brazo partido por ascender en el escalafón social.
A los 23 años, el joven doctor, ya casado y padre de dos hijos, compaginó las prácticas hospitalarias con los estudios de Ciencias Políticas. Luego se tituló en la Escuela Nacional de Administración, el selectivo vivero de las castas dirigentes, donde fue detectado en el examen oral de fin de estudios por Pierre Moscovici, miembro del tribunal y actual ministro de Economía en el nuevo Gobierno socialista. El escribidor de François Hollande, que tuvo otros tres hijos en un segundo matrimonio, conoció en la Universidad el microcosmos de las clases altas. «Descubrí la burguesía parisiense con su capital cultural y simbólico. La única ventaja sobre mí es que dominaba los códigos y los signos. Pero yo era mejor que ellos», se jacta.
A las compañeras de aula de las hermanas Mary y Anne Hidalgo una maestra de la escuela de Lyon solía decirles: «Vamos, niñas, no permitiréis que las españolas sean las primeras de la clase». Pero la hoy vicealcaldesa de París atribuye a la enseñanza pública el éxito de su arraigo en la realidad francesa. «Lo sé por comparación con otros países donde emigraron miembros de nuestra familia, como Alemania o Suiza. Iban a escuelas para los hijos de inmigrantes para que se fueran cuando ya no eran necesarios. Nosotras nos casamos con franceses mientras que casi todos los otros han vuelto», evoca.
Vestidos de revistas Antoine Hidalgo, el padre, tenía 10 años cuando en 1939 regresó con Antonio Hidalgo, el abuelo, del exilio en Francia a Antequera, la localidad malagueña de la que aquella familia de rojos había escapado de la guerra civil. Instalado en San Fernando, Antoine trabajó en los astilleros de Cádiz hasta que en 1961 emigró con su mujer, María, y las dos pequeñas, de 4 y 2 años, a Lyon, donde encontró empleo como electricista.
La adolescente Anne, que lucía los vestidos que su madre costurera le copiaba de las revistas, hablaba en español con sus padres y en francés con su hermana. En 1973, el director del liceo aconsejó a Antoine que las hijas se naturalizaran para encontrar trabajo con más facilidad en la Administración.
«Fue una decisión difícil pues los españoles son orgullosos», relató Antoine a una revista gala. «Yo dije: o todos o ninguno», apostilló María, en su domicilio de Chiclana de la Frontera, donde el matrimonio disfruta de la jubilación.
El 13 de julio de 2010, al día siguiente de que España ganara el Mundial de fútbol, Anne Hidalgo recibió en la embajada parisiense la Encomienda de la Orden de Isabel la Católica. «Soy española porque nací en Andalucía, fuerte y orgullosa de esa cultura inmensa. Y soy también francesa y parisina pues aquí he decidido arraigarme, vivir y también emanciparme», dijo en su discurso de agradecimiento la bella de Cádiz, que tiene como lema esta frase de Sacha Guitry: «Ser parisiense no es haber nacido en París sino volver a nacer aquí».
Fuente: Hoy.es
Autor: Fernando Iturribarria