Las lenguas son como organismos vivos, sujetos a evoluciones y mutaciones. El insigne filólogo Ramón Menéndez Pidal nos introdujo magistralmente en la metamorfosis lexicográfíca que había experimentado el castellano en los pasados siglos, partiendo de la época romana y germánica. No me voy a remontar a alturas científicas. Para demostrar esas mutaciones me he fijado en un par de ejemplos.
En mis tiempos, “mosquearse” significaba “abrigar la sospecha”, “sospechar”, “desconfiar”. Hoy, mosquearse se emplea en el sentido de enfadarse, cabrearse. Agarrar un mosqueo es llevarse un gran disgusto, agarrar un fenomenal cabreo. A nosotros, los de mi generación, cuando no estudiábamos lo suficiente, nuestros profesores nos daban un cate o nos suspendían. Nuestros padres cogían un gran mosqueo cuando les decíamos: “Me han suspendido en matemáticas”. Hoy, ya no son los profesores quienes suspenden, sino los propios alumnos, que dicen, por ejemplo: he suspendido Historia. Es una forma de decisión democrática, que ya no compete al profesor (antes: dictador en su aula), sino al estudiante (ciudadano incluso con la libertad de suspender). Curiosamente, esta forma la utilizan también los propios profesores e incluso la ministra del ramo.
Me he fijado en un vocablo que durante el pasado siglo ha experimentado una gran transformación: de lo positivo ha pasado a lo negativo. Se trata de la palabra “chulo”. En las zarzuelas, el chulo (chuleta) era un típico personaje de Madrid, apuesto, con buena planta o bien plantao, un tanto fresco (un poco sinvergüenza) y con innegable éxito con las mujeres. La contrapartida femenina del chulo era la chula o la chulapa. (Escuchen la zarzuela “La Verbena de la Paloma” de Ricardo de la Vega (libreto) y el maestro Tomás Bretón (música). Pues bien, desde la mitad del siglo XX “chulo” se ha ido envileciendo para convertirse en uno de los vocablos más despectivos de la actualidad. Un chulo es quien vive de una mujer. Si la mujer es una prostituta, se llamará “chulo (de) putas” (proxeneta). Un chulo es también un personaje violento, provocador, agresivo, fanfarrón. Adjetivo de chulo es chulesco. Las acciones de un chulo son chulerías o chuladas.
Como verán ustedes, las lenguas no permanecen inalterables. Lo que hoy es positivo, simpático o atractivo, pasado el tiempo puede convertirse en abominable. Todo es relativo.
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