domingo, 22 de noviembre de 2015

Atalaya: La momia



El 20-N se cumplieron  los 40 años de la muerte  de Franco, que tantos huérfanos  políticos  dejó que no tardaron en hallar refugio en la Alianza Popular, después Partido Popular, fundado por  el ex jerarca falangista Manuel Fraga Iribarne.

Que nadie se llame a engaño: mucho más de la mitad del pueblo español estuvo con el golpista Franco, general africanista que hizo su carrera a las órdenes de la Monarquía borbónica y aplastó a la II República implantando una férrea dictadura, bendecida y protegida por el Vaticano y la Iglesia nacional católica española, como también por una no despreciable mayoría de españoles, unos por  convicción, otros por motivos religiosos  o por oportunismo;  otros para hacer carrera  o fortuna y otros con un olfato para saber quién ganaría la guerra civil. Con la ayuda del Führer nazi, Hitler, con su Legión Condor,  autora de la destrucción de  Guernica (inmortalizada por Picasso en su famoso cuadro) y los fascistas italianos de Mussolini, Alemania e Italia probaron con el consentimiento del patriota caudillo su nuevo y sofisticado armamento en España, sobre todo la aviación, preparándose para la II. Guerra Mundial mientras Francia y el Reino Unido miraban hacia otro lado.
 
Pero si de verdad  queremos la memoria histórica, hay que decir que  republicanos “de izquierda”, como los trotskistas y los anarquistas, también colaboraron en el hundimiento del régimen republicano, cometiendo actos de vandalismo en nombre de la libertad, quemando conventos  (“para liberar a las monjas”) y persiguiendo y ejecutando a religiosos que simpatizaban con el golpista gallego. Sin embargo,  casi nadie se acuerda de los sacerdotes vascos asesinados por los “nacionales” por propugnar una Iglesia católica vasca, lo cual fue condenado en el bando franquista como “separatismo”.

Hubo ciertamente muchas fechorías en ambos bandos. Los franquistas no tuvieron piedad con los republicanos. Todavía con el PP, hay muchas familias que  exigen, sin ser oídas, que se les permita buscar los restos mortales de sus seres queridos, asesinados por  los falangistas y enterrados en numerosas fosas comunes, algunas en las cunetas de las carreteras.

La sombra  embalsamada  del dictador flota aún por  encima de los casi 40 años de democracia posfranquista. Algunos adeptos han observado un piadoso recuerdo del “Vigía de Occidente”.  En la España democrática hay libertad de expresión, siempre que dicha libertad no sea anticonstitucional. Con motivo del 40-N llama la atención que el PP hasta ahora no haya condenado en varios parlamentos e incluso en el Parlamento Europeo la dictadura franquista, ni haya prohibido que alcaldes del PP permitan que monumentos o calles tengan nombres fascistas, entre ellos el de Franco (según las antiguas pesetas: “Caudillo de España por la gracia de Dios”, sic).
 
Muchos se preguntan qué hizo el aclamado socialista, Felipe González, para superar el franquismo? En primer lugar hay que decir que en 1975 el camino  hacia la democracia era como andar sobre la cuerda floja: todavía eran fuertes los llamados poderes fácticos (sobre todo el Ejército y la Iglesia). El entonces Rey Juan Carlos I tuvo sumo cuidado al destituir como jefe del gobierno de Franco al asesino de masas y “llorón" de la muerte de su señor, Carlos Arias Navarro (“el carnicerito de Málaga”), eligiendo a hombres importantes durante el franquismo (Torcuato Fernández Miranda, Suárez , Calvo Sotelo o José María de Areilza, Conde de Motrico).
 
La prudencia de la oposición democrática  se puso de manifiesto en la redacción de la Constitución, entretanto en algunos puntos obsoleta y que tendrá que ser reformada de acuerdo con la actualidad española. La monarquía parlamentaria está  demostrando ser un instrumento muy valioso para nuestra democracia.
 
 

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